Opinión

Asúmelo

Lo bueno de tener amigas es que siempre tienes alguien que te dice la verdad. No podríamos sobrevivir como sociedad si no hiciéramos uso constante de la hipocresía social. Debería haber cursillos sobre eso, decía el otro día el escritor vasco Juan Carlos Márquez en sus redes, donde derrocha tanta mala leche que, aunque nos interpele a veces, siempre se agradece. En tiempos de buenismo tan relamido por todas partes, necesitamos a alguien que mantenga públicamente la acidez, la acritud, la acerbidad, que es una palabra que ya no se usa ni se utiliza, ni en la práctica ni en la semántica.

Precisamente él, que destila aspereza, defiende la hipocresía como síntoma de buena educación. No es necesario ir por ahí diciendo en cada momento lo que pensamos, pero de ahí a vivir en un mundo donde se elimine lo feo, también del arte o de la literatura, hay un paso que quizás no deberíamos dar tan banalmente.

Decir lo obvio es algo reservado a la gente que te quiere. Si nunca oyes nada que no te favorece, quizás es que estás rodeado de las personas equivocadas, y lo entiendo, qué tentación más grande es vivir lejos de todo, levitar a tres metros sobre el suelo y existir en un perpetuo enamoramiento contigo y con lo que te sucede, sea verdad o no.

A mí me pasa mucho, pero por suerte las tengo a ellas, que me quieren a pesar de todo. El otro día le dije a mi amiga A. que quería operarme los párpados porque desde hace un tiempo me miro al espejo y veo un paquidermo, uno viejísimo a punto de ir a morir a un cementerio de elefantes.

Podría haberme dicho que estoy estupenda y que no lo necesito, pero A. me miró con cara de asco, o al menos de displicencia, y me dijo: ponte gafas de sol y asúmelo. Asumir la realidad y poner la palabra adecuada es una de las asignaturas más complejas de la existencia. La salida fácil es borrar palabras agrias del diccionario como gordo, feo, viejo, ciego o tantas otras que definen un hecho y que en sí mismas no nos hacen mejores ni peores, solo humanos.

A todos los defensores de lo políticamente correcto, a los amantes de la dictadura de lo inofensivo, les recomiendo algo que hace que la vida sea mucho más feliz que un texto sin palabras poco estéticas: la amistad.

Mis amigas me recuerdan que el amor y los defectos son perfectamente compatibles, que el ser humano es un desecho de calamidades, incongruencias, fracasos y sueños rotos y al mismo tiempo es capaz de lo más grande, es capaz de la generosidad y de la risa, que siempre es la distancia más corta entre dos personas.

Riámonos más y ofendámonos menos y tengamos amigos que nos ayuden a ello.

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