Opinión

Andrógino y esdrújulo

Soy andrógino y esdrújulo, le dijo un tipo anoche a otro bajo mi ventana. No lo olvides, añadió. Eran las cuatro de la mañana y a mí me dio la risa y fue mi risa y no el barullo de la noche de fiesta que hay siempre en la ciudad vieja, la que me despertó. Hasta entonces, esta, como todas las madrugadas, flotaba sobre las voces que se amontonan en la puerta del bar de abajo y que en general no me molestan, me acompañan. 

Me gusta ver que la gente se divierte y cuando algún día el sueño se complica, elucubro con ponerme las katiuskas, un chubasquero y bajar así, en mi camisón transparente a tomarme un gintónic. A una fiesta siempre es mejor sumarse que aguarla. Eso debieron pensar los vecinos de La Peza que se quedaron tan contentos con la "rave" ilegal que escandalizaba a todos los programas de la tele por igual. Era tal la indignación de alguna presentadora que escuchándola pidiendo soluciones a un Guardia Civil, una imaginaba que en lugar de jóvenes divirtiéndose sin haber pagado licencias administrativas, estaba presenciando la ceremonia de sacrificio de esos Chimú precolombinos que se cargaron en una sola tarde de miedo a los dioses a 227 niños. 

En fin, que estaba despierta y me incorporé en la cama para poder hacer porretas con los dedos pulgares sobre la barriga de obispo que me han dejado las «Navidades» y a pensar en mis errores del día. Para mí que eso también lo hace Pedro Sánchez, sólo que él sobre su tableta de chocolate. Aunque no lo creáis, los narcisistas también nos equivocamos. A saber qué lamentará el presidente, quizás no haber acortado un poco el pantalón del frac para llevarlo tobillero al estilo Marlaska en la Pascua militar, pero yo lamentaba no haberme acordado del libro de Peri Rossi para recomendarle a aquel cliente guapo que me pidió un libro de relatos. En realidad, me hubiese gustado que se llevase Todo lo que no te pude decir, que es una novela construida por más de una historia y perfectamente engarzadas, como si tuviésemos frente a nosotros una figura geométrica y al ir moviéndola una persona y una circunstancia distintas tomasen relieve. El libro comienza con la fuga de una pareja de chimpancés del zoo, una historia de amor con todos los ingredientes, empezando por la oposición del mundo exterior que no entiende su anhelo de irse juntos a vivir al bosque. Después la protagonista será una mona que seduce a su cuidador para conseguir comida y más allá será la novia del cuidador la que se enamora de otra mujer y sentirá celos de cada uno de los minutos del pasado que no han compartido. 

Recordando lo que me gustó aquella exploración del deseo y de las relaciones y la genialidad originalísima de la Premio Cervantes, me quedé dormida hasta que poco después me despertó el madrugador de turno que sale a pasear al perro y tira la botella de anoche al contenedor del vidrio. Salí a gritarle a la ventana: ¡No son horas, so esdrújulo aburrido!

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