Opinión

Ser o no ser... presidente

Alfonso Rueda cumple un mes al frente de la Xunta, un tiempo en el que primó los equipos y su presentación en sociedad sobre la gestión
A diferencia de Feijóo, Rueda no está interesado en la proyección nacional y prioriza su agenda gallega. EFE
photo_camera A diferencia de Feijóo, Rueda no está interesado en la proyección nacional y prioriza su agenda gallega. EFE

HACE UN mes que el Parlamento gallego investía presidente de la Xunta a Alfonso Rueda, un periodo de tiempo demasiado corto para realizar cualquier balance de gestión, pero suficiente para interpretar algunas pistas sobre el camino que pueden tomar estos dos años de legislatura que le quedan por delante hasta 2024.

El nuevo mandatario gallego empleó los esfuerzos de estas semanas en configurar sus equipos y en presentarse ante los gallegos, porque pese a sus trece años en el Gobierno autonómico, su papel de número dos en una Xunta hiperpresidencialista como la de Feijóo no le permitió asomar mucho la cabeza. Las encuestas sobre su grado de conocimiento avalan esa falta de proyección pública.

Equipos


Con Feijóo se marchó a Madrid el grueso de la maquinaria de la Presidencia, lo que obligó a Rueda a empezar casi de cero. Y a diferencia de su predecesor, que tenía junto a él a una guardia pretoriana con trienios de experiencia a su espalda —ya estaban con él en la oposición al bipartito—, Rueda tuvo que montar ese equipo de la nada. Unos fichados de Industria, otros de Política Social, otros de su Vicepresidencia... Todo eso lleva tiempo engranarlo, aunque el tiempo no sobra ante la inminencia de un nuevo ciclo electoral y algunos se ponen ya de los nervios, lo que es injusto porque no se puede vivir en una comparación permanente con Feijóo.

En cuanto a los equipos del resto de la Xunta, ahí Rueda dejó claro que seguirá apostando por gente de la casa a través de la promoción interna dentro de las consellerías. En eso sí hay continuismo, aunque en las consellerías reconocen que la forma de trabajar cambió y que poco a poco deben amoldarse a las formas del nuevo jefe.

Presentación


El presidente Rueda también está trabajando con esmero en su carta de presentación. Tiene una agenda diaria bastante completa, incluyendo los fines de semana; pero sobre todo tiene muy clara la imagen que desea transmitir: la de un gallego más. La moto, las cañas, los paseos, las carreras, la bici, los discursos sin florituras, el lenguaje coloquial... Es el famoso estilo Rueda, que además parece tener muy buena acogida entre la gente. Sin duda, rompe con esa distancia que siempre marcó Feijóo. Las fronteras entre el Rueda presidente y el Rueda ciudadano están mucho más diluidas. El problema es que, un mes después de tomar posesión, esto ya no basta. Toca hacer algo más.

Gestión


Ese algo más es la gestión. El primer mes de Rueda, en este sentido, no pasará a la historia por haber revolucionado Galicia ni sus primeras medidas en el Consello da Xunta son para enmarcar, aunque tampoco se esperaba. Para empezar, porque tuvo que consumir buena parte de sus esfuerzos en el ámbito orgánico, preparando la presidencia del PPdeG.

En este sentido, dos han sido los eventos que marcaron su agenda institucional: la reunión con la oposición y la que mantuvo con la vicepresidenta Nadia Calviño. Sin embargo, las dos acabaron exacta mente igual: sin ningún acuerdo ni mucho que contar. En el caso de Calviño esa inconcreción no se puede achacar a Rueda, ya que era la representante del Gobierno la que tenía que realizar una serie de anuncios que no llegaron.

Pero en sus encuentros con Ana Pontón y Valentín González Formoso sí se esperaba quizás algo más de contenido, tener algún pacto amarrado de antemano o algún argumento que le permitiese marcar erritorio con contundencia ante sus rivales políticos, en lugar de regalarles una foto

Teniendo la maquinaria y la inercia de la Xunta, el engranaje de los equipos y el grado de conocimiento llegan solos. Pero con la gestión no es tan fácil vivir de rentas. Por eso Rueda debe empezar a aplicar también su estilo en las medidas del día a día. Es la esencia de ser o no ser presidente.

El gallego, camino de la demografía

Es rara la semana en la que la situación del gallego no entra en la agenda política. Aunque existe la sensación generalizada de que, en el plano electoral, es un debate que no mueve un voto a favor ni en contra, lo cierto es que es uno de los asuntos más recurrentes de la política gallega junto a la sanidad. Es el BNG quien lleva años capitalizando esta batalla por preservar una lengua que pierde peso sin que la Xunta, que ya admite el problema, encuentre solución. Para el Bloque la hay: la derogación del polémico decreto del plurilingüismo aprobado por el PPdeG en mayo de 2010 y que relega al idioma propio a «lingua de segunda» en la educación. Lo dijo Ana Pontón en un acto en A Coruña junto a Xosé Ramón Freixeiro, Mercedes Queixas y Francisco Jorquera. Lo más preocupante del gallego es que es un problema que va camino de cronificarse, como el demográfico. Y entonces ya no habrá solución.

Enésima reforma del voto exterior

"Castelao sentiríase orgulloso", dijo en Ourense Valentín González Formoso sobre la derogación del voto rogado para los emigrantes. El PSOE saca pecho por una medida impulsada por el Gobierno central, pero apoyada también por el PP, ya que ambos partidos siempre actuaron con el llamado voto emigrante siguiendo su propia conveniencia, como ya hicieron en su día desde Primo de Rivera a Adolfo Suárez. El debate de fondo siempre es el mismo: si se refuerzan las garantías democráticas para evitar chanchullos, la participación cae; y si se abre la mano para fomentar la participación, el voto exterior acaba convertido en un circo. Lo que se acaba de hacer es de justicia: suprimir la exigencia de rogar —pedir— el voto para poder ejercerlo, en un contexto de enormes dificultades burocráticas y trámites infinitos. Ahora la participación aumentará, pero... ¿lo hará con garantías o volveremos a las sacas?