Opinión

El PPdeG de Feijóo deja de ser invencible

LAS ELECCIONES generales de ayer despejaron varias incógnitas en el tablero electoral gallego, donde se dirimían varias batallas al mismo tiempo. La más relevante, que era sin duda la del bipartidismo, tuvo un claro ganador: el PSdeG. Fue un triunfo histórico en Galicia, con cuatro puntos y medio —más de 77.000 votos— de ventaja sobre un PPdeG que, pese a cosechar el mejor resultado de la formación en toda España y confirmar que el efecto Feijóo le confiere un plus de resistencia al partido, perdió. Lo hizo además en votos y en escaños, algo que nunca había ocurrido, por lo que su efecto psicológico de cara a la cita con las urnas de dentro de un mes es brutal. El PSdeG ha demostrado lo que nadie había logrado antes: Núñez Feijóo no es invencible.

Aunque el escenario de las europeas y las municipales del 26-M es totalmente distinto, ya que operarán otros actores y otras dinámicas políticas —por ejemplo el impacto de Vox será menor porque solo se presenta en 13 municipios—, el panorama no pinta bien para el PPdeG, que no tiene mucho tiempo para rearmar su estrategia y al que solo le podría salvar los muebles la dinámica autodestructiva del espacio de las mareas.

El PP de Casado solo ganó ayer en cuatro provincias, de las que dos son gallegas: Ourense y Lugo. En ambas cosechó además los mayores porcentajes de apoyo del país, por encima del 35% y el 33%, respectivamente. En el conjunto de Galicia, el apoyo a sus siglas superó en más de diez puntos al recibido en el conjunto de España. A eso se aferraban ayer los populares en Santiago, aunque conviene no olvidar que Vox les acaba de pegar un mordisco de 86.000 votos sin que sus candidatos pisaran prácticamente Galicia, un montón de apoyos que se fueron a la papelera al no transformarse en escaño. Y además, Ciudadanos se le coló hasta la cocina al PPdeG, con dos representantes en Galicia.

La otra gran batalla de la jornada se libraba a la izquierda del PSdeG. La pugna del rupturismo la ganó por goleada En ComúnUnidas Podemos, que maquilló su batacazo electoral —se dejó más de 100.000 votos, tres diputados y un senador— con una paliza abrumadora sobre En Marea, tocada y quien sabe si hundida tras no llegar a 18.000 votos (1,08%) y quedar por debajo del Pacma en A Coruña o Pontevedra.

Y este batacazo de los de Luís Villares enlaza directamente con el resultado del Bloque, ya que ambos, junto al testimonial Compromiso por Galicia y al inestable Anova, constituyen hoy por hoy el grueso del nacionalismo gallego. Al igual que En Común, los de Ana Pontón pueden maquillar la frustración de no obtener representación en Madrid con el argumento que que doblaron sus votos respecto a 2016, pero la realidad es otra: en el Congreso no habrá ninguna fuerza política gallega sin dependencia de un partido estatal, lo cual es una noticia nefasta. Mientras en Cataluña y Euskadi el nacionalismo arrasó, especialmente los socios naturales del Bloque —ERC y Bildu—, en Galicia los movimientos soberanistas pincharon. Y este dato resulta especialmente relevante en un contexto en el que la irrupción de Vox y su alegato recentralizador y contra las autonomías movilizó más que nunca el voto en clave nacionalista-regionalista. Y el ejemplo está en que hasta 14 siglas distintas tendrán asiento en las Cortes en esta legislatura.

La última lectura del 28-A en clave gallega no es nueva, pero sí inevitable. Las urnas dejan a Casado contra las cuerdas y el oasis del PPdeG en medio del naufragio general hace que todas las miradas dentro y fuera de Génova vuelvan a apuntar hacia Feijóo. Aunque ya no sea invencible. 

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