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La boca no siempre mata al pez

A LA MAYORÍA de la gente —en realidad a casi toda— le gusta cobrar por su trabajo. Y Luís Villares, además de portavoz de En Marea, resulta que es gente. Por eso no deja de sorprender todo el revuelo que se montó a raíz de su petición formal y por escrito a la dirección del partido, en manos de una especie de coordinadora provisional hasta que el proyecto se afiance, de recibir algún tipo de compensación por el dinero que dejó de percibir desde que presentó su excedencia como juez hasta que le ingresen su primera nómina como parlamentario.

De la demanda del lucense se puede criticar el momento en que se produce o que no la hubiera explicitado —según cuentan— antes de la campaña, pero en ningún caso parece cuestionable el fondo de la misma, por mucho que se argumente que sabía donde se metía cuando aceptó el reto de participar en la carrera hacia la Xunta de Galicia. Porque tampoco está exigiendo el salario de Cristiano Ronaldo, sino algún tipo de medida que palíe al menos lo que tuvo que poner de su bolsillo para afrontar la precampaña y campaña. Aunque convenga aclarar que en política hay cientos de concejales y militantes a los que la broma de jugar a la política tampoco les sale barata. Hasta ahí una parte de su reivindicación. La otra, la referida a la necesidad de medios de apoyo —en concreto un chófer y un secretario— también se puede enmarcar dentro de la normalidad.

Es cierto que a diferencia del primer caso, este resulta mucho más goloso para sus adversarios políticos, al identificar tales privilegios con la casta que tantas veces se cansaron de criticar las nuevas fuerzas rupturistas. Pero tampoco sería justo comparar el papel de Pedro Puy o Fernández Leiceaga con el de Villares, que además de portavoz parlamentario es el líder de la formación, un caso más parecido al de Ana Pontón. Y realmente en esa función de apuntalar el proyecto por todo el país, independientemente de que unos lo pidan y otros no, tener un conductor o un secretario es muchas veces necesario. En Marea pecó más de una vez de practicar esa demagogia política con la que ahora parecen responderle PP, PSOE o BNG, así que lo comido por lo servido dentro de lo que denominamos juego político. La oposición no debe convertir un asunto interno e, insisto, que entra dentro de la normalidad, en ‘casus belli’; mientras que a Villares no le queda otra que aceptar las críticas, admitir que pudo cometer un error de estrategia o que, simplemente, pagó la novatada.

Porque raspando un poco la superficie de la polémica con la uña, si uno se mete en la piel del portavoz de En Marea, lo que verdaderamente pondría la piez de gallina sería que una cuestión interna saliese a la luz con tanta alegría, con tanta premura y, lo peor de todo, con tanto detalle. Esta combinación invita a pensar que la filtración salió de la propia reunión mantenida por el grupo, una teoría que se reforzaría leyendo algún relato que se hizo de los hechos. Ahora, como en los grandes casos de espionaje, toman forma mil y una teorías. Una de las que circula con más fuerza se elaboró a raíz de que los alcaldes de Santiago, Martiño Noriega, y Ferrol, Jorge Suárez, salieron al momento a defender a Villares, mientras que en A Coruña reinó el silencio, lo que inevitablemente desvió muchos dedos acusadores hacia allí, donde no todos verían con buenos ojos la emergencia de un líder global del conjunto de las mareas gallegas como podría ser el juez en excedencia. Otras hipótesis, sin embargo, apuntan a que se podría buscar el origen de tal filtración en las tensiones internas dentro de Podemos Galicia, sobre todo en aquellos críticos con el partido instrumental y más proclives a caminar en solitario. Al final, para Villares eso resultará lo de menos. Parece que alguien se la jugó y podría no ser la última vez.

No es ningún secreto que su principal reto para los próximos cuatro años pasa por coser todo ese entramado de Podemos, EU, Anova, mareas e independientes; una alianza «embrionaria», en sus propias palabras, que parece asentada en pies de barro. Y para conseguir su objetivo no solo necesitará chófer y secretario, sino un poco de voluntad de todas las partes implicadas. Porque lo grave de este asunto no es lo que dijo. No siempre por la boca muere el pez. Tambien hay quien los mata a arponazos.

Fichajes gallegos de Rajoy

Alberto Núñez Feijóo aseguró esta semana que no le exigirá cuotas a Mariano Rajoy en el nuevo Gobierno central y que la representación gallega en la política madrileña es más que suficiente, teniendo en cuenta que el propio Rajoy es militante del PPdeG, igual que la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y el portavoz del partido mayoritario en el Senado, el lucense José Manuel Barreiro. Por eso los rumores que sitúan al conselleiro de Industria en funciones, Francisco Conde, como futuro ministro no se sostendría, según creen algunos en el Partido Popular de Galicia, que le ven más sentido a que juegue un papel relevante en alguna vicepresidencia de corte económico de la futura Xunta, como hombre de máxima confianza de Feijóo. Sin embargo, en toda esta quiniela de futuros cargos del Ejecutivo central aparece otro nombre galaico que podría seguir el camino que antes tomaron políticas gallegas como Pilar Farjas o Marta Fernández Currás. Una persona que forma parte del círculo íntimo de Rajoy, la pontevedresa Pilar Rojo, expresidenta del Parlamento gallego y con experiencia en gestión como exconselleira de la Xunta.

Romper la disciplina de voto

Mariano Rajoy se somete hoy a la votación decisiva para su investidura, que se da por hecha, con la única duda de saber qué ocurrirá en la bancada del PSOE. Se espera que más de un diputado rompa la disciplina de voto, algo que acostumbra a convertirse en noticia por su excepcionalidad en nuestro país. Ocurre también en Galicia. A nivel municipal pueden contarse más casos, pero en O Hórreo no, más allá de alguno reciente por los conflictos internos del PSdeG o el protagonizado por Beatriz Sestayo en 2014 por una «cuestión personal» con la reforma de la ley de amnistía del 77. Algún día quizás llegue a ser una práctica normal, pero todavía falta mucho para verlo.

El PP de Lugo recupera la tranquilidad

EL PROCESO INTERNO en el que Elena Candia se impuso a Raquel Arias por el control del PPdeG en la provincia dejó algunas heridas en la formación en territorio lucense, que dos meses después incluso se agravaron en el congreso autonómico del partido con el reparto de puestos en la dirección gallega. En todo caso, no se trató de una guerra abierta, como demostraron los buenos resultados de la formación en la provincia el 25-S, sino más bien de un cúmulo de situaciones que se podrían definir como incómodas entre las dos sensibilidades o corrientes internas. Ahora, en el arranque de esta X Lexislatura, se produce un giro importante que puede contribuir a minimizar o eliminar esas situaciones: la salida de Raquel Arias desde la delegación de la Xunta en Lugo a la secretaría de la Mesa del Parlamento de Galicia. A Candia le queda vía libre para operar en la provincia, y más si finalmente es José Manuel Balseiro quien recala en la delegación, como algunos ya dan por hecho; mientras que Arias recibe un justo premio a sus ocho años como representante del Gobierno gallego en Lugo. De esta forma, Alberto Núñez Feijóo, poco dado a las cuestiones de cuotas territoriales y equilibrismos políticos, apaga —intencionadamente o no— un incendio que sin ser devastador podría convulsionar al PPdeG, ahora que está en plena remontada, cuando se acercara la hora de elaborar candidaturas para las elecciones municipales. Se puede decir que el Partido Popular de Lugo recupera la tranquilidad.

Ciudadanos todavía existe en Galicia

CON EL FOCO de la actualidad política en Madrid y su último revés político, parece que Ciudadanos desapareció completamente del mapa galaico tras el 25-S. Pero la formación naranja que teledirige Albert Rivera desde la distancia volvió a dar señales de vida. Lo hizo esta misma semana, cuando culminó el proceso de renovación de sus directivas en las ciudades de A Coruña, Vigo y Ourense, obligadas tras las dimisiones de varios de sus integrantes en pasados meses y que supusieron la disolución de esos órganos. De esta forma, Gonzalo Julio Santiago Iglesias será el coordinador en la ciudad herculina, Gregorio García en la olívica y Marcos Chao en la capital ourensana. Ciudadanos afronta una difícil encrucijada en la comunidad, donde la pérdida de apoyos —que coincide con la resurrección del PPdeG— fue continua desde las elecciones generales de 2015 hasta el pasado 25-S, con la repetición del 26 de junio de por medio. Así, irrumpió con fuerza el 20-D, con 147.910 votos y un diputado en el Congreso, Antonio Rodríguez, elegido por A Coruña. Estos datos alimentaron las expectativas naranjas hasta el punto de que algunos sondeos los situaban con dos o tres parlamentarios en el Pazo do Hórreo. Pero C’s se dio de bruces con la realidad. Fueron 133.938 votos el 26-J, lo que lo dejó sin representación en Madrid. Y apenas 48.103 en las gallegas de septiembre. Y sin cargos institucionales no hay paraíso. Si no, que se lo pregunten al BNG, que hizo lo posible y lo imposible por mantenerse en las diputaciones.

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