Blog | Marta está harta

Esas reuniones...

... con las tutoras a las que vas y no querrías ir

Un grupo de adolescentes. EP
photo_camera Un grupo de adolescentes. EP

Esta mañana mientras me dirigía al instituto para hablar con la tutora de mi hija en mi cabeza iba repitiendo títulos de libros que he leído, e incluso estudiado en los últimos tiempos, todos relacionados con la educación de adolescentes 
Educar sin perder la calma, Educar no es negociar, Adolescentes manual de instrucciones, Un extraño en  casa, Adolescencia, que maravilla, No se lo digas a mis padres, Como conocer a un erizo...

Pero por mucho que una lea, y mucho que una estudie nunca está preparada para esa reunión con la tutora, en la que sabes perfectamente lo que vas a oír, pero con todo no suena igual en tu cabeza, que cuando una persona externa lo verbaliza. Esa conversación con el tutor o tutora de tu hijo, siempre empieza igual con eso de: "SI quisiera no tendría ningún problema con las asignaturas". Cuando, en mi caso, la tutora empieza así, sientes lo mismo que cuando eras joven y el que te gustaba te decía eso de "eres muy maja, pero.."  y  sabías que después de ese pero venía lo peor.

Pues en el caso de las tutoras, cuando te dicen eso de "su hija es lista, tiene capacidades, pero…" sabes que después de ese pero llegan las malas noticias, lo de que no hace nada, que no pueden decir que sea problemática porque casi ni la conocen, que no fue a tal examen o no presentó tal trabajo. Mientras escuchas las variopintas hazañas de tu hija en su instituto, intentas poner cara de:  Sí, ya sé lo que me dice, pero por lo menos en mi caso, no puedes evitar irte viniendo arriba y apostillando con esas muletillas de "ya lo sabía yo", "claro, si era 
visto"… Y la tutora entonces intenta tranquilizarte, consciente de que estás al borde del ataque de nervios.

Después de ese primer momento de la reunión, pasamos al momento padres desesperados pretenden dar una batería de soluciones para la situación y no paran de decir lo que harán o no con su hijo cuando lleguen a casa. En ese momento es la tutora, la que está al borde del ataque de nervios, pensando eso de "señora, su hija tiene este curso perdido por muy estupenda que se ponga usted". Generalmente las tutoras son personas educadas y te contestan con muletillas corteses. Pero hoy la tutora de mi hija, me imagino que no pudo aguantarse más (y la entiendo), me contestó con una media sonrisa y esa sorna gallega de toda la vida, con un "¡Hombre, lo último que se pierde es la esperanza!". Y al oírlo así de claro me di cuenta que es lo que nos queda a muchos padres, la esperanza y la paciencia. La esperanza de que todo cambie y la paciencia para esperar.

Porque como me dijo una vez un especialista del tema, lo bueno de la adolescencia es que se acaba, se acaba tan de repente como empieza y de nuevo vuelves a tener a tu hij@ en casa. Y entonces todos estos episodios sólo serán aventuras que contarle, pero para ello hay que aguantar al pie del cañón esos 5 largos años que abarcan la preadolescencia y adolescencia.

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