Opinión

Que siga la fiesta

UNO CORRE, desmadrado y en pelotas, por una calle peatonal. Otro orina entre risas intentando apuntar el chorro hacia una papelera rebosante de inmundicias. Un grupo bebe a morro cualquier cosa con alcohol, desde vino en tetrabrick al tan español anís del mono. Hay alguno que vomita en un portal, una chica que llora a gritos, otra que se apoya en un coche a punto de caer víctima del coma etílico. Todo esto en un radio de veinte metros. No, no es el apocalipsis. Es el SalouFest, un invento de alguien a quien se le ocurrió que se podría aprovechar la época de vacaciones de primavera de los jóvenes británicos para animarles a viajar a la Costa Dorada y paliar así la inactividad de una zona casi muerta entre octubre y semana santa. La idea no es mala. Su ejecución parece que sí. Los jóvenes bárbaros ingleses -parece que cuatro mil- llegan con la intención de desmadrarse desde el minuto uno, y las consecuencias las sufren los vecinos de Salou, que durante unos días conviven con vómitos callejeros, broncas y alaridos. Ya hay quien pide que se prohíba la celebración de próximos eventos de esas características, pero los hosteleros de la zona, que las pasan canutas durante seis meses al año, no están por la labor.

Lo cierto es que habría que buscar una solución intermedia: entre consentir el despiporre y prohibir el veraneo en marzo tiene que haber un sensato término medio. El asunto tiene que caer en manos de los que mandan. Quizá haya que triplicar la presencia policial en Salou mientras dura el festival, controlar los desmanes y hacer cumplir la ley a rajatabla. La mayoría de los gamberros ingleses que defecan en la vía pública no tiran papeles al suelo en su patria por miedo a ser multados. Copiemos, pues, a los ingleses, que viven bajo el imperio de la ley y no dejan pasar ni una. Posiblemente la ciudad necesita la inyección económica que genera el SalouFest, pero no que los turistas arrasen sus calles. Pónganse a ello. Para eso les pagan.

Posiblemente la ciudad necesita la inyección económica que genera el SalouFest, pero no que los turistas arrasen sus calles

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