Opinión

Julio y la Constitución

EL 6 de diciembre, la oficina de protocolo del Congreso tuvo que hacer milagros para acomodar a más de 700 personas en un lugar donde habitualmente se sientan 350. Esperábamos a cuatro reyes, a una princesa y una infanta, a cinco presidentes del gobierno, a tres padres de la Constitución. La solemnidad flotaba en el ambiente: los ujieres vestían sus preciosos uniformes de gala, y todos (o casi todos) habíamos intentado estar a la altura. Ellos comparaban sus corbatas y nosotras presumíamos de estrenar chaqueta, vestido o pendientes. La Constitución cumplía 40 años, y era el momento de celebrar  un texto que nació para restañar heridas y mirar al futuro. A veces se nos olvida, pero nuestra Carta Magna se escribió en momentos de dificultad extrema, en los que necesitábamos desesperadamente un andamiaje para construir un tiempo nuevo. Cuando me dirigí a mi asiento, saludé a un caballero desconocido que estaba a mi lado: resultó ser Julio Ulloa Vence, diputado constituyente por la circunscripción de Lugo. Con él hablé hasta el inicio del acto. Se me puso la carne de gallina cuando me contó que su escaño era el tercero en la tercera fila: es el que yo ocupo ahora. Julio me contó que la noche del 23 F estaba en ese escaño cuando las balas perdidas del golpe de estado hicieron caer sobre su espalda unos cuantos cristales. Aún conserva uno de ellos. Mientras hablaba con Julio, el hemiciclo acabó de llenarse. Fuera, cientos de personas aclamaban a los reyes. Me dije que, pese a todo, estos han sido cuarenta años maravillosos, con muchos más éxitos que fracasos, y que nuestros grandes aciertos surgieron aupados por el marco de convivencia que la Constitución nos ha proporcionado. Cuando Julio y yo nos pusimos de pie para escuchar el himno pensé en qué difícil ha sido llegar hasta aquí, cuantas razones tenemos para estar orgullosos, y cuánta gente hay a la que dar las gracias. Ojalá que no se nos olvide, y nuestra Carta Magna celebre 40 años más.

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