Opinión

La visita de Melitón

EN MI CASA, en Navidades, nos inventamos a un personaje llamado Melitón. Melitón es una especie de gnomo que guarda una insólita amistad con los Reyes Magos, a los que puede hacer llegar las peticiones de los niños. Como pueden imaginar, Melitón es un adulto disfrazado que da bastante el pego cuando hay niños muy pequeños. Y este año, ante la presencia de mi sobrino Hugo (tres años), decidimos hacer el numerito. Sacamos al chaval de la habitación, y yo me caractericé lo mejor que pude. No me salió mal: con una sombra de ojos me dibujé un bigote y una perilla bastante aparentes, y como la forma de las cejas es lo que más cambia el aspecto de un ser humano (lo aprendí leyendo Miguel Littin, clandestino en Chile, de García Márquez), me hice un entrecejo que para sí lo quisiera Frida Kahlo.

Luego me puse una chaqueta y un gorro de lana, me pinté unos coloretes con carmín dignos de un borracho empedernido, y salí al ruedo. El niño estaba encantado. Yo, menos. Hacía un calor horroroso, me picaba el maquillaje y el gorro apretaba de forma inmisericorde. La familia se reía, claro. Es muy gracioso que otro haga de Melitón, con un gorro pequeño y la piel escocida, embutida en una chaqueta cerrada con pinzas de la ropa. Hugo, tan contento, le decía a Melitón que quiere unos guantes de Iron Man . A alguien del público se le ocurrió que podían cantar algo para que el pobre Melitón bailase, y ahí me tienen, dándole al swing, sudando como un animal. A punto de desmayarme por el calor, hice señas al resto de que había que acabar el show antes de que me diese una lipotimia, y aquello remató entre aplausos y saludos. Sacaron al niño del salón y pasé como diez minutos quitándome cosas de la cara y tratando de que se me pasase la marca que el dichoso gorro me había dejado en la frente, pero me dije que todo valía la pena por la ilusión del niño. Cuando volví con el resto, pregunté a Hugo si había venido Melitón. Me miró muy serio. "Sí. Eras tú, disfrazada".

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