Opinión

Victoria

NO ES UN recurso literario: la enfermera que me puso mi dosis de Pfizer se llamaba Victoria. Tras recibir el picotazo tan esperado se me vinieron muchas cosas a la cabeza. Recordé a todos aquellos para los cuales las vacuna llega tarde. Y a todos los que van a salvar su vida gracias a ella. Hemos pasado tiempos difíciles, seguramente los más duros de nuestra historia reciente. Pero en estos meses se ha materializado una gesta que, cuando seamos capaces de tomaur perspectiva, acabaremos reconociendo como uno de esos raros prodigios qe marcan una época.

En un año y medio no solo hemos sido capaces de encontrar una vacuna para un mal desconocido, sino también de fabricarla masivamente, distribuirla y organizar un proceso de vacunación sin precedentes en la historia de la humanidad. No quiero ponerme sentimental, pero creo que como civilización lo hemos hecho bastante bien. Cuando empezó esta pesadilla, mientras braceábamos para mantenernos a flote en medio de un aluvión de noticias funestas, el desencanto, la incertidumbre y el puro miedo, un amigo científico afirmó que se encontraría una vacuna eficiente mucho antes de lo que esperábamos.

Al preguntarle por qué estaba tan seguro, me dijo: "Porque nunca en la historia hubo tanta gente buscando lo mismo al mismo tiempo". Dicho y hecho. La vacuna contra el covid llegó antes de un año. Este no es un mundo perfecto. Es un mundo de desigualdades, de retos imposibles, de violencia enquistada. Pero cada día millones de personas reciben la vacuna que permite prevenir una enfermedad que hace dos años ni siquiera sabíamos que existía. Así que, pese a todo, hay que reivindicar la existencia de tantos motivos para la esperanza. El jueves 3 de junio, un día antes de mi cumpleaños, una enfermera me dio el primer billete para viajar hacia la normalidad. Se llamaba Victoria. Y agradezco al destino el guiño fugaz, el regalo de la mejor de las metáforas. Digan lo que digan, esta vez hemos ganado.

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