Opinión

Una calle para Conchita

RECUERDO A Conchita Teijeiro como la recordamos todos: sobre unos tacones altísimos, vestida a la última, perfectamente maquillada, como si la hubiesen sacado de una revista de modas francesa o una película de Hollywood. Ella encarnó, para varias generaciones de lucenses, el epítome de la elegancia sin discusión, el 'wanna be' de todas las mujeres entre dieciocho y noventa años: todas queríamos ser ella. Muchas veces su chic natural y aquella alegría contagiosa nos hacía olvidar lo que había detrás de Conchita: una mujer valiente que se enfrentó a una tragedia familiar, y decidió emplear su capacidad y sus recursos en achicar los dramas de otros. Cientos de niños de Lugo tuvieron una oportunidad en la vida porque una mujer glamurosa y guapísima pensaba en ellos cada vez que miraba a su hijo Cachucho. Conchita, que alternaba con Grace Kelly o con la reina de Inglaterra. Conchita, que tenía tan fascinado a Camilo José Cela que olvidaba ante ella su antipatía proverbial. Conchita la alegre, la presumida, la guapa, la princesa del 'charme' que habría triunfado en la temporada social de cualquier capital europea, levantó en Lugo una obra impensable en la época en que se fraguó. No le bastó con sacar adelante a su niño: pensó en otros que no tenían sus recursos, y creó para ellos un colegio donde pudieran encontrar las salidas que les había negado el destino. En Aspnais muchos aprendieron un oficio. Otros ganaron independencia. Todos los padres encontraron consuelo y ayuda. Ahora Conchita se ha hecho mayor, y me queda la pena de saber que no se le ha mostrado ni la mitad del reconocimiento que merece. Hubo varios intentos de dedicarle una calle que se frustraron por la mezquindad de unos, el aldeanismo de otros, la mala uva de unos cuantos y la falta de interés de la mayoría. Pero aún hay tiempo de reparar la injusticia. Desde aquí pido una calle para Conchita Teijeiro, aunque ella ya no pueda recorrerla con el repiqueteo de sus tacones de aguja.  

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