Opinión

Sean

LA PRIMERA vez que vi en el cine una de James Bond estrenaban Moonraker con Roger Moore en el papel del agente con licencia para matar. Yo tenía entonces 9 años y había ido con mi padre a ver la película en el Gran Teatro. A la salida, alguien comentó sobre el actor principal "me gusta más Sean Connery". A mí también, aunque supongo que entonces no lo sabía. No recuerdo qué película suya vi por primera vez, ni cuándo empecé a escucharle pedir el Martini "removido, no agitado", con aquel smoking blanco que sólo a él le sentaba bien y la legión de chicas guapísimas que pasaban por su agenda para desesperación de Moneypenny.

No es que Sean Connery fuera mi James Bond preferido, sino que era uno de mis actores de referencia, convertido en padre de Indiana Jones, en monje metido a detective, en talludo Robin Hood, en aquel hombre que pudo reinar… si tuviese que quedarme con alguno de sus papeles de héroe dignísimo, accesible, auténtico, sería sin duda con el del honrado policía de Los intocables que me enseñó a caminar dando patadas al suelo para espantar el frío y que logró que una película de gánsgters pudiera convertirse, por unos segundos, en un fotograma de Los siete magníficos. Aquel guardia irlandés transformado en agente incorruptible capaz de enseñar a Elliott Ness que se podía vencer a Al Capone es, seguramente, el más entrañable de todos los personajes que Connery representó en el cine. El papel le valió un premio Oscar, el único que ganó en su larga vida. Lo recibió el mismo año que fue nombrado Hombre vivo más sexy del mundo. Tenía 60 años, y había ganado la partida a un montón de treintañeros.

A Sean Connery lo vi una vez, de lejos, en una terraza en Marbella. Miraba al mar con la paciencia que dan los años, y parecía un jubilado pacífico sin otra cosa que hacer que darse la buena vida y esperar que llegase la hora de la partida de golf. No alcancé a ver qué estaba tomando, pero entenderán que prefiero recordar que había pedido un Martini.