Opinión

Santy va al fútbol

SE LLAMA Santy, tiene diez años y le falta una pierna. No fue a causa de un accidente: tuvieron que amputársela nada más nacer, como si su limitación fuese una especie de regalo indeseable que tendría que arrastrar de por vida. Santy se acostumbró a vivir sin una pierna. De hecho, hizo más que acostumbrarse: consiguió que esa pierna de menos no fuese un obstáculo. El crío, que vive en Buenos Aires, juega al fútbol y corre que se las
pela, practica taekwondo y escalada, y cualquiera diría que no echa de menos la pierna que le falta. Santy se mueve con sus muletas con una agilidad envidiable, y las lleva con tanta naturalidad que se puede decir que ni siquiera le molesta tener que usarlas: es más, a veces hasta parecen una ventaja, como el otro día, cuando Santy no podía ver bien el fútbol y usó una muleta para sacar la cabeza sobre el muro que le separaba del campo, y prestó la otra a su amigo para que se subiese y disfrutase como él del juego del Racing Club. La imagen de los chavales encaramados a dos muletas, uno de ellos con una sola pierna, es lo más optimista, vivificante, y galvanizador que he visto en los últimos tiempos. No debe ser fácil crecer cuando te falta una pierna, pero hay un chiquillo en Argentina capaz incluso de sacar ventaja de una desdicha. Me pregunto qué seres extraordinarios serán los padres de Santy, quienes serán sus maestros, que le enseñaron que se puede ser feliz incluso así. Qué familia tendrá Santy, que le ha hecho entender que uno tiene que seguir viviendo a pesar de todo, y que en algún momento se sentiría privilegiado por ser distinto. Si yo mandase algo, haría imprimir la foto de Santy y de su amigo y la colgaría en todas las escuelas del mundo como ejemplo de carácter, de generosidad, de ganas de vivir. De alegría. Yo quiero un mundo lleno de personas que se parezcan a ese niño, que hizo un corte de mangas a su mala suerte. Que usa su muleta para invitar a su amigo a ver mejor un partido de fútbol.

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