Opinión

El san Froilán que no fue

HOY DEBERÍA estar en Lugo. Si no estoy es porque me han confinado, así que me conformo con hacer planes para cenar el pulpo en un garito madrileño, y ver desde lejos las últimas cenizas de este san Froilán que no fue, y que ya pronosticaba lo peor desde un cartel que (y dejo de lado cualquier valoración artística) parecía un homenaje a la representación del covid-19 con dos pelotitas víricas en extraña homologación con sendas patas de pulpo.

No entiendo muy bien qué ha hecho este desgobierno municipal con nuestras fiestas patronales, porque ni sí, ni no, ni blanco ni negro. Tal vez faltó valor para afrontar la realidad, cortar por lo sano y admitir que en este caso querer no es poder, y que igual era preferible irse con la música a otra parte y llevar el santo y la peana a un momento más propicio. Y hacerlo sin dudas, sin complejos. Lo que han sacado de la manga es una cosa rara que a nadie satisface y que nadie entiende. Por mucho que queramos, esto no es san Froilán. No hagamos de ello un drama. Como dice el proverbio persa, esto también pasará, y viviremos otras fiestas como las de siempre, con colas en las casetas del pulpo, multitudes de paseo, conciertos en la plaza del seminario, verbenas delante del ayuntamiento y sesión de pirotecnia.

A Lugo volverán Peludez y Filomena, que esta vez se han quedado en la aldea por miedo a los contagios, la caseta del vino de Cariñena, la noria gigante y la tómbola de los Cachichi, las charangas, el puesto de algodón de azúcar, el vendedor de globos de helio y de pirulí de la Habana. Estos sanfroilanes de cartón piedra quedarán en el recuerdo como las fiestas que no fueron, y dentro de medio siglo los abuelos hablarán a los nietos de las fiestas suspendidas de 2020 mientras se escuchan las gaitas y el trueno de los fuegos artificiales, y el olor de la pólvora se mezcla con el de los churros y de las manzanas de caramelo. Lucenses, olvidad este san Froilán y pensad que han de venir mejores tiempos.

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