Opinión

Mujeres al peso

La vicepresidenta Calviño montó el numerito abandonando una foto en la que era la única mujer entre tres hombres. Tenía que haber otra, por lo visto. De haber habido quince hombres y dos mujeres, Calviño se hubiese hecho el retrato, pero la cuenta no salía. La situación se resolvió cuando trajeron a otra mujer para posar, una señora que protocolariamente no pintaba nada en el posado, pero que se prestó a hacer de florero para dejar contenta a la superministra, que respiró tranquila ante su triunfo. Al mismo tiempo, en la otra punta de la ciudad, la directora del CNI era cesada para calmar las ansias de venganza de un puñado de señores, pero ahí no le dolieron prendas de sororidad ni a Calviño, ni a Robles, ni a nadie. Este es el gobierno de los gestos, las fotos tontas, las mujeres de atrezzo para dar gusto a una ministra que quiere mujeres al peso para compensar pantalones. Tres días más tarde, en otro ataque de feminismo, el gobierno aprobó la baja laboral para las mujeres en sus días de regla. Tiene tela marinera. Hace tiempo, en las familias bien, se obligaba a las hijas a guardar cama tres días cuando tenían el período. Ya ha conseguido Irene Montero llevarnos de una patada a la época en el que las mujeres menstruantes tenían que quedarse en casa con una mantita, tomando caldo y bebiendo jerez, que decían que criaba sangre. Yo he ido a trabajar con dolores de regla, lo mismo que he ido con unas migrañas espantosas, y una vez con seis puntos en cada pecho 72 horas después de una operación. Irene Montero invita a las mujeres a descansar en ‘esos días’, como las madres de hace cien años mandaban a sus hijas a hacer reposo, no les fuese a dar un vahído. No conozco a ninguna mujer dispuesta a pedir la baja de Montero, aunque sí a empresarios —y empresarias— que no van a contratar a alguien que se coja varios días libres todos los meses. Un negocio redondo para las que legislan para el titular, y buscan mujeres al peso para las fotos. 

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