Opinión

Los ricos

EN MI familia no hay ricos. Ni uno. Quizá eso me hace mantener una relación muy particular con el dinero: dejó de preocuparme en cuanto tuve el suficiente para vivir sin sobresaltos, y sólo quiero el que puedo gastarme. La protagonista de 'Madame Marguerite', un delicioso filme francés que les recomiendo, deja desconcertado al personal cuando dice: “El dinero no es importante. Lo importante es tenerlo”. La inocencia de la frase esconde una verdad como un templo: el pecunio es un problema sólo cuando no se tiene. Eso de que el dinero trae problemas es una frase que nos inventamos los que nunca lo tuvimos para que nos sirviese de consuelo: no conozco a nadie que sea desdichado sólo por el hecho de poseer fortuna. Una cuenta corriente saneada es una bendición, y lo sé porque estuve mucho tiempo en la otra orilla, la de llegar asfixiada a fin de mes y hacer números para comprar una plancha. Saber que nunca tendrás problemas para pagar la hipoteca, o una cafetera nueva, o el viaje de vacaciones, no puede ser un lastre sino un motivo de regocijo y, sobre todo, de paz interior. Por eso soy incapaz de entender los berenjenales en los que se zambulle la gente rica para tener un poco más, incluso un mucho. Puedo comprender, aunque lo critique, que un señor que gana setecientos euros al mes se meta en fregados para ahorrarse el Iva de la reparación del coche, pero no que un millonario se lleve el dinero de forma ilegal a la otra punta del mundo para pagar menos impuestos. ¿De verdad les compensa el riesgo? ¿De verdad ser un poco más ricos vale lo que cuesta la inquietud, el reconcome, el miedo a ser descubierto? Si tienen lo suficiente para vivir como un rajá, y que vivan igual de bien sus hijos y sus nietos ¿creen en serio que es un negocio burlar la ley sólo para saber que tienen seiscientos millones en vez de quinientos? Para mí no. Pero, como ya les dije, en mi familia no hay ricos, y los pobres no entendemos lo duro que es tener dinero. 

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