Opinión

Las edades

No sé si recuerdan la serie ‘Las chicas de oro’, pero cuando la estrenaron, hace unos treinta años, habría dicho que trataba de tres vejestorios que vivían con una señora viejísima, madre de una de ellas. El otro día vi una reposición, y aquellas mujeres, a las que recordaba casi ancianas no me parecieron especialmente mayores. El horror llegó cuando caí en la cuenta de que las tres protagonistas eran en la serie más jóvenes de lo que yo soy ahora: sólo me ganaba en edad la longeva Sofía Petrillo, que yo entonces consideraba una auténtica momia. Ver series antiguas es la mejor (o la peor) forma de ser consciente del paso del tiempo. Los chicos de Friends, que eran mis contemporáneos, me parecen ahora críos de instituto. La adorable Carrie Bradshaw, de Sexo en Nueva York (de las primeras temporadas, no el insoportable engendro que han perpetrado en HBO), una postadolescente de cutis perfecto y envidiable cabello rizado. Y la madura y avezada Murphy Brown  - qué guapa fue siempre Candice Bergen - se me antoja una becaria en prácticas, cuando entonces era una cuarentona de buena pinta y lengua afilada que hacía la vida imposible al pobre Miles. Al que, por cierto, recordaba como un hombre maduro, pero no creo que cumpliese los treinta años. Frasier es un crío. Seinfeld, otro que tal baila. Viendo ‘Hotel’ me pregunto cómo podían dejar el fastuoso Saint Gregory en manos de Peter MacDermott, que está claro que no tiene edad ni experiencia para dirigir un cinco estrellas gran lujo. Mr T, el fortachón de cadenas doradas del Equipo A, tiene veinte años menos de los que voy a cumplir en unas semanas. ¡Por todos los santos, si hasta Lou Grant me parece un chavalito! Así las cosas, no pienso volver a ver ‘Vacaciones en el mar’. Estoy convencida de que el capitán Stubbing, por mucha calva y mucho uniforme de gala, es también bastante más joven que yo. Hagan la prueba y vean alguna de esas series pasadas de moda. Y luego, mírense al espejo y lloren.

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