Opinión

La pobre Andrea

SI LA salud mental del país se midiese por los trending topics, España estaría a punto de ingresar en un frenopático. Esta semana, las redes ardieron con las fotos de una postadolescente recién despixelada cuyo pecado es ser hija de un torero y la princesa del pueblo, y al parecer también el de no haber crecido tan atractiva como mandan los cánones. Las barbaridades que yo leí sobre la chiquilla ingresada en la mayoría de edad eran de poner los pelos de punta, como si al cumplir los 18 se hubiese levantado la veda. Leía aquellos comentarios crueles y supuestamente ingeniosos y pensaba en la pobre cría, que no encontrará rincón para escapar de aquellos que la llamaban fea, así, con todas las letras.

Lo más curioso es que los autores de los tuits más malvados son adalides de la igualdad de sexos: en esta España nuestra nos creemos que por decir amigos y amigas, compañeros y compañeras, ya está demostrado el feminismo. Pero luego le hacen una foto a una muchacha poco agraciada y lo cool es reírse de ella, porque la niña nació de la unión de un torero y una pobre chica de barrio a quien la tele ha vuelto rica de remate. Estoy esperando a que alguno de esos tuiteros de mala baba se suba al carro de la próxima campaña antibullying. Esto esperando a verles ejercer de defensores de las mujeres acosadas, a escucharles hablar de machismo y de heteropatriarcado, y entonces les recordaré las burradas que escribieron de una niña – mujer que se llama Andrea y a la que convirtieron en objeto de las burlas más despiadadas.

Corrijo lo que escribí al principio: no es que seamos un país de locos, no. Es que hay mucho hijo de su madre y de su padre que quiere remarcar lo graciosísimo que es, aún a costa de humillar a una muchacha que acaba de entrar con mal pie en la vida adulta. Hay que ser muy mal bicho para funcionar así. No sé cómo serán de guapos por fuera los que se mofaban del aspecto de Andreíta. Pero está claro que por dentro dan bastante asco. 

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