Opinión

La fuente

AQUEL PROHOMBRE a quien conocí en un acto oficial acababa de estar en Lugo. Un grupo numeroso, me dijo, formado por familia y amigos, dedicó la semana santa a explorar la comunidad, desde las rías Altas hasta llegar a Lugo. Este hombre, prototipo del viajero perfecto, había quedado encantado de nuestra ciudad, de la comida, de la muralla, de la catedral, las iglesias y los rincones. Yo estaba ya hinchada como un pavo real, cuando me preguntó por la fuente. Al hombre – culto, educado, de esos que se preparan las excursiones – le había extrañado ver a la fuente de san Vicente descabezada de la imagen del santo que le da nombre y cuya foto había visto reproducida en su búsqueda de información. Me enredé en una explicación mal armada: le hablé de un deterioro relacionado con el paso del tiempo, y atribuí la ausencia de la talla a la delicadeza del trabajo de restauración, la extrema antigüedad de la piedra, la necesidad de especialización del artesano cantero… Cualquier cosa antes de reconocer la verdad ante aquel señor que se había preocupado de conocer los monumentos de Lugo antes de emprender su viaje: que somos unos trangalleiros. No, no iba a decirle a mi interlocutor que hace meses que unos vándalos destrozaron un lugar emblemático de la noble Lucus Augusti, y que en ese tiempo no hemos sido capaces ni de localizar a los gamberros – no se explica muy bien que una pandilla de cernícalos consiga echar abajo una piedra de quinientos kilos en pleno centro de Lugo y no se les pueda localizar. – , ni de reparar la imagen del santo patrón de la zona, ni de colocar provisionalmente una imagen de sustitución, aunque sea de cartón piedra. Señora alcaldesa, señor presidente de la Diputación, dignísimas autoridades: hagan el favor de arreglar la desfeita y repongan a san Vicente. La próxima vez que me pregunte un turista igual no me salen tantas mentiras y tengo que admitir que lo nuestro es pura incompetencia, puro pasotismo, pura desidia.

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