Opinión

De dónde sale Celaá

Había sesión de control en el Congreso. El diputado Juan José Matarí defendía ante la ministra Celaá la importancia de los centros de educación especial, que habían supuesto una oportunidad para su hija Andrea. Matarí contó brevemente la historia de Andrea, 25 años, síndrome de Down, universitaria, profesional, independiente. Un ejemplo cuya sola mención alumbró la esperanza de muchos padres y conmovió a cualquiera con un poco de humanidad. A cualquiera menos a la ministra de Educación, a quien la historia de Andrea pareció entrarle por un oído y salirle por el otro. Por eso contestó a Matarí "¿de dónde sale usted?", que ya hay que ser duro de alma para decir semejante cosa a un hombre que como mínimo sale de años de dificultades extremas criando a una niña con discapacidad.

La ministra Celaá es uno de esos seres que pasan por la vida con la mirada al frente y la media sonrisa en el rostro. Con esa media sonrisa entró en un avión para marcharse a Bilbao cuando Madrid estaba confinada, y con esa media sonrisa le dijo a Matarí que no sabía de qué hablaba cuando pedía el indulto para colegios como el de su hija. Veinticuatro horas después de ofender a un diputado, a su hija y a miles de niños discapacitados, la ministra Celaá pidió disculpas "si mis palabras de ayer pudieron ofenderle". Es la fórmula mezquina del que no sabe arrepentirse, "pues bueno, pues vale, si eres tan delicadito te pido perdón para que estés contento". Celaá se disculpó con el deje de desprecio del señor feudal, de la señorona de Neguri que reconoce ante la doncella que han aparecido las perlas supuestamente robadas. No, Isabel Celaá no lamenta haber ofendido al padre de una niña discapacitada, ni a otros niños como ella. Lamenta que se le hayan levantado en armas y alguien haya dicho "esta vez se te ha ido la mano".

Yo no sé de dónde sale el diputado Matarí, pero sí sé de donde procede Isabel Celaá: del vientre mismo del sanchismo, donde anida toda la arrogancia del mundo

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