Opinión

Cuidado con el Whatsapp

NO ES LA PRIMERA vez que lo digo: el 50% de las conversaciones que mantenemos a diario no aguantarían una transcripción ni su posterior publicidad. Personas bondadosas pueden llegar a decir verdaderas canalladas en la barra de un bar. Hombre y mujeres ejemplares no siempre son justos con el prójimo cuando están de palique con los amigos. Y otro tanto pasa con las charlas que se mantienen por whatsapp, esa bendita aplicación móvil que contribuye a unir a las miembros de las familias que están desperdigadas y a separar a los que viven en la misma casa. Hace unos días se filtraron los diálogos que unos maestros mantenían entre ellos por medio de los terminales. Su contenido es de traca. Se llama zorra a una madre, guarro a un niño y se lamenta la imposibilidad de dar una somanta de palos a los alumnos rebeldes. Confieso que no querría que ninguno de estos sujetos diese clase a mis sobrinos. Dicho esto, ¿y si esos exabruptos no estuviesen por escrito? ¿y si las lindezas se hubiesen dicho en una reunión entre colegas? ¿Qué diferencia hay entre lo que se escribe en un iphone y lo que se comenta tomando una copa en la intimidad? La respuesta es: ninguna. Desde que el mundo es mundo, en las reuniones de profesores se dicen cosas que la mayoría de los alumnos preferiría no escuchar, igual que ningún jefe querría estar delante cuando los empleados coinciden en la máquina del café. La privacidad se inventó para eso. A ver si va a resultar que estos señores son los primeros maestros del mundo que dicen una salvajada sobre sus alumnos cuando están fuera de servicio. El pensamiento no delinque. Si dentro del colegio estos señores tratan a los críos con la corrección debida, no veo yo como se puede evitar que cuando se cierran las puertas piensen de ellos que son unos cenutrios y unos salvajes. Hay cosas que se nos están escapando. De momento, y eso va para todos, cuidado con lo que ponemos en el Whatsapp, que a lo mejor acaba abriendo los informativos.

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