Opinión

Lo del bono cultural

FUI YO quien contó a mi sobrina Marta (17 años) lo del bono cultural, el último conejo que Pedro Sánchez se ha sacado de la chistera: 400 euros para gastar "en cultura" que los jóvenes recibirán al llegar a la mayoría de edad. Les doy mi palabra que la primera pregunta que hizo Marta cuando acabé la explicación fue "¿Y de dónde va a sacar el dinero? ¿De los impuestos?". Le dije que así era. Y el comentario de Marta fue lapidario: "Pues para mí, genial, pero no me parece justo".

Ya ven: una adolescente absolutamente despolitizada, que no sigue la actualidad ni ve los informativos, es capaz de detectar la gran trampa del tan cacareado bono cultural: su radical injusticia. Porque mi sobrina, que pertenece a una familia con recursos suficientes para comprar a voluntad entradas de teatro, libros o pases para una exposición, va a recibir el mismo trato que el hijo de la mujer que limpia en mi casa, que tiene que hacer equilibrios para ir un día al cine. Porque el dinero de los impuestos de esa señora, que trabaja de sol a sol y vive con mil sacrificios, va a servir para sufragar los gustos culturales de los nietos de las fortunas del Ibex.

Hace años, Zapatero se inventó aquello del cheque bebé: 2000 euros tras el nacimiento de un hijo, entregados con la misma alegría y la misma largueza a la empleada mileurista que a mi amiga C., que usó el dinero que le correspondía por ley para comprarse un bolso de Prada, porque para biberones, pañales y leche en polvo ya ganaban lo suficiente ella y su marido. Repartir así el dinero, sin discriminar entre quién lo necesita y quien no, es comodísimo, pero no es responsable, y da lugar a abusos. El bono cultural de Sánchez va a suponer un zarpazo de 200 millones de euros a las arcas públicas. La misma cantidad, por cierto, que la ayuda que se va a enviar a La Palma para reconstruir la vida devastada de miles de personas. No sé qué pensarán ustedes, pero a mí, como a mi sobrina Marta, esto me parece una injusticia.

Comentarios