Blog | Arquetipos

Pablo Escobar: un domingo

Título: NARCOS. Creador: Chris Brancato.
Reparto: Wagner Moura, Pedro
Pascal, Boyd Holbrook. Cadena: Netflix.
Calificación: ●●●●○


EN UNO de los relatos de las ‘Novelas ejemplares’ de Cervantes, el protagonista de ‘El licenciado vidriera’, responde a otros personajes sabias palabras que yo, por si acaso, tengo copiadas en un papel y colgadas en mi habitación que nunca se sabe cuándo pueden ser utilizadas. En este mundo hay que tener respuesta para todo. Una de ellas me tiene fascinada: resulta que un labrador soberbio adelanta a un campesino pobre camino de la iglesia, todo él henchido de orgullo. Entonces, el licenciado le dice: «Esperad, Domingo, a que pase el sábado». La frase, no me digan, es genial. Y viene a cuento porque recién termino la primera temporada de ‘Narcos’, la nueva serie de Netflix, que tiene como personaje principal a Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano que si no se creía Dios, desde luego, sí tenía claro que él era Domingo. Un Domingo radiante y glorioso. Un Domingo invencible. El morir tiroteado demuestra que siempre hay un lunes gris o, más bien, negro muy negro, pero, en vida, claro, esas cosas no se piensan.


La narración está guiada por la voz en off de un agente de la DEA que va adquiriendo protagonismo a medida que se va acercando al universo Escobar, una locura insufrible hecha con la típica combinación de droga-sexo-dinero-poder en el orden que se desee. Como resultado, violencia y muerte, nada extraño, nada fuera de lo común, nada, aparentemente, malo. En un mundo en que las torturas y los asesinatos están equiparados a tomarse un desayuno por las mañanas, es lógico que esos términos y sus consecuencias se cuelen en la definición de «lo ordinario». Acabas acostumbrándote. Así discurre ‘Narcos’, intentando dilucidar a un personaje no demasiado complejo pero sí imparable en su ambición y también peculiar en cuanto a su visión de las cosas. Resulta interesante entrar, aunque no sin cierto temblor, en esa perspectiva; ponerse ahí y contemplar al resto de la semana desde el altar que creemos que nos es dado por ser Domingos.

Hay una segunda temporada en marcha. Esta primera no ha recibido elogios precisamente por parte de la crítica colombiana y, sobre todo, por parte del hijo de Pablo Escobar, que dice que la cosa no fue «exactamente» así. En todo caso, la serie es capaz de contar lo que cuenta de una manera sólida, consigue atraer a un espectador un tanto anonadado por lo se ve y muy nervioso por lo que no ve. Las derivas narrativas son un buen punto para iniciar investigaciones más profundas o reflexiones más documentadas porque la historia da para eso y mucho más. Otra polémica surgida a raíz del estreno de ‘Narcos’ fue la elección de su protagonista: ponen a un actor brasileño haciendo de colombiano, con un español (idioma) recién adquirido (parece que durante seis meses antes de empezar el rodaje, el hombre lo dio todo). Y habla español, sí, pero suena raro. Esto a los colombianos les sentó mal, todo hay que decirlo. Los americanos, en general, no notaron la diferencia y en ese punto no hubo conflicto. De todos modos, la serie no se libra del toque americano-bueno-salvador, que tantas alegrías nos viene regalando a lo largo de la historia de la ficción.

‘Narcos’ sirve para entretener y para algo más. Para dar vueltas acerca de los mundos paralelos, de las catástrofes humanas, de los espacios sin moral, de la codicia indecente y de las víctimas. Porque, al margen del juego de perspectivas y planteamientos, en esta historia lo que aterroriza de verdad son las víctimas que se lleva por delante esta cadena imponente, indestructible, hecha de Domingos que no esperan, ni esperarán jamás a que pasen los sábados.



Comentarios