Opinión

La ingle de soltero

La historia de cómo él quiere hablar de su lesión y yo, evitar el tema a toda costa

Soltero con Gato se ha hecho daño en la ingle mientras dormía. 

Si esto no es empezar un artículo a lo grande, no sé qué es. Aquí lo dejo para que cale poco a poco en las mentes de los lectores como usted, acalorados y despistados, con empanamiento vacacional, espesos de tanto descanso. Efectivamente, digo lo que acaba usted de leer: Soltero con Gato se ha lesionado durmiendo. 

Para explicar este fenómeno que desafía las leyes de la naturaleza, quisiera recordar que el gato de Soltero pesa más de siete kilos y le gusta pasearse por su cuerpo torero con nocturnidad hasta posarse cuan ancho es sobre el enclenque Soltero, habitualmente sobre el tórax, pero también en otras áreas. Viene muy bien para la respiración regular un elemento peludo de siete kilazos bien posicionado en la caja torácica que frene los pulmones desbocados. ¿Quién necesita llenar el pulmón si puede dejarlo a medias y a cambio levantar un mamífero rechoncho? Ya he contado mil veces que Soltero se maravilla de dormir mucho mejor en cualquier sitio que en su propia casa, ignorando con alevosía que la principal modificación de variables es la ausencia del obeso minino. 

El bicho no tiene la culpa, es evidente. Pero Soltero prefiere sufrir (no en silencio, lamentablemente) que cerrar la puerta de su habitación a su voluminoso compañero de piso, no se vaya a ofender, y ahora camina medio cojo. Si lo vieran estos días, renqueante, pidiendo a quien vaya con él un poco de piedad en el ritmo, pensarían que si tuviera quince años más su destino estaría labrado con solo tres palabras: prótesis de cadera. 

Hay cierta fricción entre nosotros por este motivo. Soltero quiere quejarse de su ingle y la saca a colación a la mínima. Yo, en general, no quiero hablar de sus ingles, de ninguna de ellas, y, en particular, no quiero hablar de problemas para los que hay solución, se conoce esa solución pero también se ignora esa solución porque supone modificar las costumbres de un gato. 

A ver si me explico. Yo no tengo nada en contra del mantecoso gato de Soltero, bola peluda y anaranjada, felino con cartucheras; yo, a tope con él. ¿Recuerdo en cada línea que está gordo perdido? Cierto, pero es que es una evidencia que me gusta tener presente porque ese tremendo sobrepeso nos afecta a todos: provoca cojera a Soltero y deseos de hablar de sus ingles, conduce a mi hartazgo y desgana de mencionar las ingles de nadie. 

Los gatos son criaturas fascinantes como animales domésticos por que sus dueños los adoran pese al maltrato, o precisamente por eso. Un gato te castiga haciéndote luz de gas si algo no le ha gustado, te araña para jugar, toma posesión de tu domicilio incluyendo todo lo que hay dentro e incluyéndote a ti. ¿Te has gastado 126 euros en un rascador y una cama último modelo? Él va a dormir sobre tu espalda dolorida o tus piernas sin circulación, afilarse las uñas en tus cortinas e ignorar tus regalos pero hacerle muchísimo caso a la caja que los contiene. No tengo nada más que añadir, señoría. Los dueños de gatos tienen un síndrome de Estocolmo que no se puede aguantar pero son reacios a reconocerse como víctimas solo porque tres días al mes el gato les acaricia la pierna mientras ellos le abren una lata gourmet. Hay que compadecerlos. 

Yo saco temas de conversación como bolas en el bingo para hablar de cualquier cosa que no sean achaques provocados por gatos: elecciones municipales, crisis energética, exceso de plataformas digitales, periódicos en verano, naturaleza esplendorosa, adelanto de la fruta y verdura de temporada en casi un mes, piscinas a probar…Consigo veinte minutos iniciales de charleta y, cuando me he confiado, la preguntita de las narices: —"¿Y qué pasa, que hoy no me vas a preguntar por mi ingle?" De verdad les digo que temo la lesión oftalmológica de lo mucho que pongo los ojos en blanco.