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Sabor a pollo

SEGÚN MI amigo Pablo la carne de perro sabe "un poco a pollo".

A veces pienso que es culpa nuestra. Que tenemos un paladar de rango escaso y algunos sabores inesperados nos producen tal cortocircuito que echamos mano de esa comparación tan simplona por decir algo. Si no es eso existe la inquietante posibilidad de que el perro, las ancas de rana y la serpiente se consideren absurdamente comidas exóticas cuando, en realidad, Coren te puede ofrecer la misma experiencia.

Yo me indigné. Me cuesta entender esa obligación de cumplir con lo extremo, como si viajar lejos exigiera asumir los ritos que te propongan aunque los desprecies. Pensé mucho en ese viaje de Pablo a Corea donde comió perro (para concluir que sabía pollo, mira tú) el mes pasado con el festival de Yulin, la ciudad china donde celebran el festival de la carne de perro y se calcula que cada año sacrifican unos 10.000. En los últimos tiempos, años ya, el activismo internacional se ha volcado en críticas y en movilizaciones para que se cancele la fiesta. Las autoridades chinas tomaron en 2015 una decisión que muestra hasta qué punto les preocupa esa oposición: negaron que el festival existiera. En cada telediario salieron encuestas ciudadanas mostrando a chinos opinando perro sí, perro no. Tampoco faltaba el representante del movimiento Otros También Lo Hacen, que es tan absurdo como si en España recordásemos a México cada vez que se habla de toros.

Que los chinos de Yulin se coman 10.000 perros me parece doloroso y absurdo. Los más tradicionales piensan que la carne de perro calienta el interior y te prepara para pasar un buen invierno. Se supone que trae además buena suerte, lo cual es una cosa de vital importancia en un país tan supersticioso que hay muchísimos edificios sin cuarta planta porque da mal fario o donde se adelantan partos para que los bebés nazcan en un año afortunado. Pero que un foráneo, que ni cree en el calor interno de la comida ni en las bendiciones futuras de comerla, lo haga me resulta incomprensible. En Corea se crían perros específicamente para cocina, pero en China la locura incluye también la posibilidad de contraer la rabia o de comer carne envenenada, ya que a veces los animales se robaron y sacrificaron enfermos. Si garantizar la supervivencia del festival se centra en conservar las tradiciones, efectivamente la rabia es muy tradicional.

Viajar y que te entre el ansia de hacer cosas peregrinas es casi inevitable. Hay quien, temeroso, se tomas dos lexatines con la primera bebida del avión, pero se plantea seriamente si tirarse desde una tirolina precaria será definitivamente un planazo o qué. Y al mismo tiempo pocas cosas dan más rabia que el que se va al otro lado del planeta para intentar reproducir milimétricamente la vida que deja atrás, esa aspiración vana. El café del hotel nunca es como el de su cafetera; el de la cafetería frente al hotel, nunca como el de la cafetería de su trabajo, la cerveza es otra, la cama es más dura o más blanda, hace más frío o más calor, el aire huele diferente, la gente hace otro uso de los espacios públicos, la comida le da más problemas que satisfacciones y la higiene y el tráfico y los otros. Te los cruzas resoplantes, viviendo las experiencias que no te puedes perder en cada país, rellenando la absurda cuadrícula donde se marca todo lo que se supone que hay que hacer y que convierte el relato de las vacaciones de todos en un sopor mil veces contado. Y se quejan, quizás en bajito pero muchas veces en alto, como si el mero hecho de mencionar el motivo de su incomodidad fuera a hacer que las cosas cambiaran, se modificaran gobiernos y leyes y, al fin, el mundo reconocible aún en duermevela se materializara ante él. O más bien él dentro de ese mundo.

Esos son los que en el viaje de vuelta solo hablan de jamón y de tortilla de patatas, aunque se hayan alejado apenas una semana de las inmediaciones de su Navidul del alma. Cuando llegan, abrazan emocionados a sus familiares que preguntan interesados por el viaje y éstos suelen replicar: "Nos lo hemos pasado fenomenal, nos daba pena volver". En fin.

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