Opinión

No es tierra de zombies

HACE UN mes, el Gobierno de España admitió que este país no está preparado para una apocalipsis zombie. El Estado no dispone de un protocolo específico con el que plantar cara a un ataque masivo de muertos vivientes. Lo sabemos gracias a Carles Mulet, senador de Compromís, quien cansado de escuchar respuestas que «no aportan ninguna información» decidió hacer una pregunta absurda con la que dejar claro su malestar con la información que sale desde La Moncloa.

Está claro que a nadie le quita el sueño la posibilidad de encontrarse una mañana con un apocalipsis zombie. A nadie en su sano juicio. Por lo menos en España. Un día apampé con un documental en el que se veía como en Estados Unidos vendían casas con refugios preparados para resistir un ataque zombie. Pero hablamos de Estados Unidos, eso es otra cosa. Llevan toda la vida viendo como los extraterrestres eligen Nueva York, Las Vegas, Washington o un bosque de California para iniciar el exterminio de la raza humana, así que es normal que con esos temas estén un poco paranoicos.

Lo que sí preocupa es la llegada de un apocalipsis informático, un caos del que tuvimos un ensayo esta semana. ¿Qué pasaría con las cuentas bancarias, con la carpeta de las fotos de los niños, con la pasta del Bet 365, con los contactos del Whatsapp? Nos fiamos demasiado del teléfono, del portátil, del disco duro... ya nadie guarda nada.

Lo llevo tiempo pensando y me dio la razón la noticia publicada el jueves que denunciaba el apilamiento en almacenes de piezas arqueológicas ante la saturación de museos y el retraso en la construcción de un centro en el que poder presumir de pasado en Lugo. Guardar la historia en cajas tiene peligro. Cualquier día llega un apocalipsis informático y para saber quiénes somos tenemos que recurrir a los papeles y a las piezas arqueológicas. Sería como subir al rocho en busca del papel que necesitas y llevas años sin saber de su paradero. Primero lo intentas en solitario hasta que, preso de la desesperación, recurres a tu madre. Si ni con su ayuda aparece, estás muerto.

Lo único que te queda es maldecir tu suerte mientras recuerdas cómo apilabas papeles y piezas en aquellos cajones sin orden ni talento haciendo caso omiso a quien te aconsejaba un poco de xeito. Tenemos la suerte de vivir en una provincia con una riqueza arqueológica notable y es una pena que no se pueda exhibir en condiciones. Hay que aprovechar que por aquí, si escarbas un poco en la tierra, puede aparecer una pieza cargada de historia. Y no un zombie.

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