Opinión

Jimmy entre la niebla

Jimmy Wright, durante una entrevista. AEP
photo_camera Jimmy Wright, durante una entrevista. AEP

Hay una generación de lucenses que, si cierra los ojos, puede ver perfectamente una de aquellas canastas a la media vuelta de Jimmy Wright. Son imágenes envueltas en niebla, pero no la que acompaña a los recuerdos, sino la que provocaba el tabaco que se fumaba en el viejo Municipal. Eran los 80 y sucedían cosas ahora impensables, como que el Breogán acabase sexto en la temporada de su regreso a la máxima categoría. Y el principal culpable ha fallecido este lunes a los 63 años. Se llamaba Jimmy Wright. Se llama Jimmy Wright y, gracias a gente como él, el baloncesto en Lugo es eterno. 

Pertenezco a esa generación y a las nuevas les podría decir que Wright fue a su tiempo lo que después serían Charlie Bell o Dzanan Musa, pero me estaría quedando en la superficie, porque a James Leroy Wright el baloncesto se le quedaba pequeño. Fue algo más que un jugador; un mito envuelto en un halo de misterio, de niebla. 

Las leyendas que tenían a Wright de protagonista corrían de boca en boca por la ciudad. Nunca se sabrá cuáles eran ciertas y cuáles no. A veces estaba en un lugar porque alguien lo había visto y a la misma hora otros compartían tiempo con él en el lado opuesto de la ciudad. Era como Batman. Y como Batman acudía cuando se le necesitaba. Porque a la hora del partido siempre cumplía. Era una máquina de anotar y de rebotear. Sus estadísticas figuraban entre la élite de la Liga, pero no alcanzaban para explicar la figura de Wright, como tampoco lo hará este artículo.

Los que siendo niños vimos a Jimmy flotar entre la niebla llevamos soñando desde entonces con bajar al pabellón y encontrarnos vestido de celeste a un jugador parecido, igual ya sabemos que es imposible. Es probable que los haya habido hasta mejores, pero ni ellos ni algo tan vulgar como el tiempo van a borrar de la historia a aquel número 5 que, mediados los 80, colocó una piedra en los cimientos del breoganismo que nadie ha conseguido mover. Y mejor que nadie lo intente, porque como nos enteremos somos capaces de llamar a Batman. Y Batman siempre acude cuando se le necesita.

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