Opinión

Florentino y el diablo

PASABAN DOS MINUTOS del tiempo reglamentario cuando el diablo se le apareció a Florentino Pérez en Lisboa. Modric se disponía a lanzar un córner y la Décima se le escapaba por duodécimo año consecutivo al Real Madrid.

-¿Tu alma a cambio de un gol de Ramos?

Florentino dudó, no se llega a multimillonario cerrando tratos a lo loco.

-La mía no, la del club.

-¿Para toda la eternidad?

-Hombre no, un añito será suficiente.

-Trato hecho.

Florentino miró al campo y vio a Ramos pintarrajeando una frase en la tumba del Atlético de Madrid. ‘Qué manera de perder’, escribió el defensa andaluz inspirado por Joaquín Sabina, otro tipo del sur.

Cuando recuperó la compostura después de celebrar el gol como un mortal cualquiera, Florentino dudó si había soñado su encuentro con Lucifer. Se sentó y mientras esperaba a que empezara la prórroga recordó la historia de Robert Jonhson, el músico que allá por los años 30 del siglo XX vendió su alma al diablo en un cruce de carreteras de Mississipi a cambio de tocar blues mejor que nadie.

-¿Para qué querría el diablo el alma de un club?, pensó.

-Pues para lo mismo que quiero la de un guitarrista de blues: para jugar con ella, le pareció escuchar en su cabeza.

Fuese un sueño o no, el negocio le pareció redondo cuando el Madrid levantó la Copa de Europa al cielo de Lisboa. Con la Décima en el bolsillo, hasta se daba un aire con Santiago Bernabéu. O eso pensaba él.

Dos meses y medio después de su encuentro con Belcebú, Florentino vio cómo su equipo ganaba la Supercopa de Europa en Cardiff. Todo normal, ni rastro de la maldición. Llegó luego la derrota ante el Atlético en la Supercopa de España, pero tampoco es cuestión de atribuir al diablo cada alegría que se viva en el Calderón. En diciembre el Madrid ganó el Mundial de Clubes y desde allá arriba, lindando con la estratosfera, Florentino Pérez tuvo claro que lo de Lisboa había sido un sueño extraño.

Pero se equivocaba. El año maldito del Madrid sería 2015. Y como le había avisado, el diablo jugó con el Madrid al principio. Lo empachó de victorias consecutivas hasta batir el récord del fútbol español, incluida la que más gusta en el Santiago Bernabéu, un 3-1 ante el Barcelona. Así la caída sería más dolorosa.

El equipo blanco dijo adiós a la Copa a manos del Atlético de Madrid, como había pasado en la Supercopa. ¡Uy!, para empezar a mosquearse. Se vengaría después en la Liga de Campeones con un gol de Chicharito, pero eso no fue más que otra broma de las que se gastan a diario en el averno. A las puertas de la final, la Juventus dejaría al Madrid en la cuneta gracias a un gol de Morata, que huyó del Bernabéu en busca de minutos y gloria.

En la Liga el Madrid bailó al son de Modric, ausente hasta el mes de marzo por culpa de una lesión. El Madrid se presentó en el Camp Nou a un punto del Barça. Dio la cara 60 minutos, los que aguantó el croata en el campo. Perdió 2-1 y dijo adiós a la Liga. Quiso reengancharse después, pero otra lesión del balcánico sentenció a los de Ancelotti.

Florentino pensó que con ver al Barcelona campeón de todo sería suficiente. Que ver convertidos en héroes culés a Neymar y a Luis Suárez, a quienes habían puesto la camiseta del Madrid en varias portadas, sería el punto final. Pero 2015 estaba aún muy vivo.

El verano se enturbió con la renovación de Sergio Ramos y el fichaje de David de Gea, que no es jugador del Madrid porque el Manchester United, un club que maneja un presupuesto de 400 millones de euros, no tiene a nadie que sepa manejar un fax.

Cuando la pelota echó a rodar el presidente blanco quiso creer que todo había terminado. Sin brillo, con altibajos, pero el Madrid mandaba en la Liga. Hasta que Benzema, en cuya casa se presentó Florentino años atrás para llevárselo a Madrid, se vio delante del juez para explicar su implicación en una extorsión de índole sexual a un compañero de selección. El galo se vio poco después delante del Barça, que se llevó un 0-4 del Bernabeú.

-Esta sí será la última, ¿no?, pensó Florentino.

Pero no. Aún quedaba el esperpento de la Copa del pasado miércoles, la alineación indebida de Cherishev. Y encima en Cádiz, donde se vive en modo chiste.

Florentino pensó que el ridículo podría pasar algo desapercibido gracias al duelo entre Bertín Osborne y Rajoy que TVE emitió al mismo tiempo. Pero no. No lo hubiera salvado ni el regreso al Luar de Os Tonechos.

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