Opinión

El Trinche y la pelota

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Los argentinos son tan futboleros que no les basta con tener al mejor jugador del mundo. También cuentan con el mejor que pudo haber sido. Contaban, pues el Trinche Carlovich ha fallecido este viernes. Contarán para siempre.

El pasado miércoles un joven que seguramente ha oído hablar de él miles de veces le golpeó en la cabeza para robarle la bicicleta. Después de varios días en coma, el Trinche ha perdido su último partido.

Si fuera un futbolista más hoy mismo nacería su mito, pero Carlovich ya lo era desde que se calzó unas botas de fútbol. Es el más claro ejemplo de leyenda que pasa de boca en boca. Jugó hasta los 37 años y no hay ni una imagen suya de televisión. Pero quienes lo vieron en acción no se cansan de contar sus hazañas; las de un héroe de Rosario, donde la exagerada Argentina se resume en una ciudad.

Carlovich nunca jugó en Primera, así que, hablando con frialdad, la lista de mejores futbolistas que tiene por delante es larga como el Paraná, que baña Rosario después de un largo camino para morir más tarde en el Río de la Plata. Pero algunas de las voces más respetadas del fútbol argentino lo sitúan a la altura de los más grandes. ¿Por qué? Porque cuando hablan del Trinche hablan del fútbol puro, de la relación entre un cuerpo y una pelota. Y ahí, con su aspecto de rockero abandonado, danzaba como solo lo hacen los elegidos.

En España se hizo famoso gracias al programa Informe Robinson, dirigido por otro personaje del fútbol que nos ha dejado hace poco (este 2020 tiene muchas preguntas que responder). En esa maravillosa media hora de televisión le preguntan por qué nunca jugó en Primera ni dio el gran salto al fútbol profesional. “No se dio”, contesta con ojos de pena. Quienes lo vieron jugar dicen que era porque no le gustaba entrenar, porque prefería beber, salir de fiesta, pero el Trinche lo niega… “No se dio”.

También le preguntan que qué daría por volver a tener 20 años, y ahí se viene abajo. Echa la vista atrás, a cuando danzaba en la cancha con una pelota, y no es capaz ni de responder. No imagina una vida distinta para él, levantando trofeos, triunfando en Primera, en Europa… en los ojos llenos de lágrimas se ve que lo que echa de menos es la pelota. Y es que al fútbol, si le quitas la preparación física, la fama, el dinero, la trampa, la mentira… te queda el Trinche Carlovich.

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