Opinión

Alguien y el mal mismo

El pasado jueves, 42 años después de la primera, las madres de la Plaza de Mayo realizaron en Buenos Aires su marcha número 2.150. Cuando eran jóvenes alguien se llevó a sus hijos, los drogó, los subió a un avión y los lanzó al mar. 2.150 caminatas después no tienen ni un cuerpo al que llorar. Cuando digo alguien no me refiero a una dictadura, ni a la sinrazón, ni a la injusticia, ni al mal mismo. Alguien es el hijo de otra madre que arrancó a un joven de la vida, le clavó una jeringuilla, lo ató al asiento de un avión y lo empujó a lo más profundo de la fría noche.

Ese alguien probablemente se haya cruzado, con su nieto de la mano, con alguna de esas marchas que desde hace 42 años avergüenzan a Argentina y al mundo entero. Es posible que cambiase de calle, que agachase la cabeza o que entrase en una tienda a comprar una bolsa de caramelos. Pero también cabe la opción de que se preguntase sin temblar si fue él mismo quien, hace 42 años, empujó de un avión al hijo de alguna de aquellas madres.

Este es el mundo en el que vives. El mismo en el que una capitana de barco es arrestada por atracar su nave en un puerto en el que no tiene permiso. ¿Su cargamento? Vidas rescatadas del mar; otro mar, pero el mismo en el que se ahogaron miles de jóvenes argentinos hace 2.150 tristes marchas. Y detrás seguro que también hay alguien. Y sinrazón. E injusticia. Y tal vez el mal mismo.