Opinión

Agujeros en Magoi

PERTENEZCO A la generación de lucenses que creció leyendo noticias sobre la construcción de un auditorio mágico, de un edificio majestuoso con el que llegaría a Lugo el teatro, la danza, la música… artes que generalmente pasaban de largo por la Nacional VI camino de A Coruña. Como tantos otros me hice ilusiones y en lugar del cuartel de San Fernando, lugar señalado en un principio para tan magna obra, imaginé un elegante auditorio. Contaba los días para entrar por segunda vez allí, la primera había sido para solicitar la prórroga por estudios y posponer la incorporación a la mili. Con lo bien que sonaría aquí un violín en lugar de un «firma en la línea de puntos», pensaba.

Recuerdo mi decepción al ver las maquetas que se publicaban del futuro auditorio. Prometían edificios modernos, acristalados, que ocupan el inmenso cuadrado en el que resiste aún hoy el cuartel. Yo no quería eso. Había escuchado de niño historias del Gran Teatro, de funciones que llenaban las butacas y los palcos. Soñaba con que alguien imitase a John Lennon la primera vez que actuó con los Beatles en el Royal Albert Hall y dijo aquello de «los de las butacas que aplaudan, los de los palcos basta con que muevan sus joyas al ritmo de la canción».

Yo quería un teatro de los de antes, como el Victoria Eugenia de San Sebastián o el Campoamor de Oviedo. Sin tanta opulencia, vale, ya le daríamos después los lucenses nuestro toque, pero la idea era esa. Entre Vigo y Redondela había una réplica del Golden Gate, ¿por qué no un Royal Albert Hall en Lugo?

Pasó el tiempo y el cuartel de San Fernando se convirtió en Minas Tirith, ni los ejércitos de Sauron pudieron con él, así que la ciudad se tuvo que buscar otro sitio en el que plantar un auditorio. La cosa se enfrió y la cultura encontró un hueco en Frigsa, en el Gustavo Freire, que para haber sido un matadero no está mal, pero que dista de lo que es un teatro como de aquí a San Francisco. Recuerdo haber disfrutado allí como un niño, pero la idea de que Lugo se merecía algo mejor no se me quitaba de la cabeza.

Y resulta que un día levantó la niebla en Magoi y apareció un auditorio inmenso, majestuoso, una obra pública imponente para los tiempos que corren. Una deuda saldada con la ciudad. La cultura ya tiene en Lugo el sitio que se merece, solo falta que le dejen entrar. Decía al principio que pertenezco a la generación de lucense que creció leyendo noticias sobre la construcción de un auditorio mágico… que sigue leyendo… pero que no pierde la esperanza y que cuenta con atravesar esas puertas algún día y sentarse en una butaca. No será como el Victoria Eugenia; es igual. Yo lo que quiero es que lo llenen de algo, que sea algo más que esas paredes que emergieron tras la niebla. Vuelvo a John Lennon, que en la maravillosa 'A Day in the Life' se pregunta cuántos agujeros hacen falta para llenar el Royal Albert Hall. Pues eso, aunque sea que lo llenen de agujeros.

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