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La memoria de Brasil

Brasil está en manos de Jair Bolsonaro, un político ultraconservador en quien confían exfutbolistas como Rivaldo, Ronaldinho o Cafú. Lejos quedan los días en que Sócrates lideraba la Democracia Corinthiana. El fútbol, en su país, tiene voz en todos los ámbitos

Sócrates, en un partido de fútbol. EP
photo_camera Sócrates, en un partido de fútbol. EP

A RIVALDO se le pudrieron los dientes cuando era niño por culpa de la malnutrición que padeció desde que vino al mundo en una favela de Recife. Con once años vendía chicles y bombones en las playas y no se calzó unas botas de fútbol hasta que cumplió trece. Todos los días caminaba quince kilómetros para poder entrenarse y alcanzar un sueño que finalmente cumplió: ser el mejor jugador del mundo.

Sócrates. EPRivaldo fue uno de los muchos futbolistas que apoyó la finalmente triunfadora candidatura a la presidencia de Brasil de Jair Bolsonoro, quien en 1992 dijo que los pobres solo servían para votar y propuso para ellos un control de natalidad. "Quien no tiene condiciones para tener hijos no debe tenerlos", aseguró. En 1992 Rivaldo daba sus primeros pasos en el fútbol profesional en el modesto Santa Cruz de Recife y tenía más cerca la favela en la que nació que los millones que ganaría después en su exitosa carrera profesional. No se sabe qué pensó por entonces de Bolsonaro, pero sí se sabe que ahora, lo mismo que Ronaldinho, Cafú, Bebeto o Kaká, celebra la victoria del político ultraconservador.

Separar fútbol y política es complicado en cualquier lugar, pero en Brasil es imposible. En Brasil nada se puede separar del fútbol y la irrupción de Bolsonaro es un claro ejemplo. ¿Cómo pueden estar de su lado futbolistas que salieron de la más absoluta pobreza? ¿Cómo pueden apoyar a alguien que aseguró en una ocasión que sus hijos nunca tendrían una novia negra porque han sido bien educados?

El triunfo de Bolsonaro se explica desde el descontento con el Partido de los Trabajadores, manchado por casos de corrupción, y la complicada situación del país, que se puso en manos de un político de discurso populista que promete un Brasil mejor envuelto en la bandera. La fórmula tantas veces vista... y tantas veces fallida.

"Me revuelvo cuando veo a un jugador o exjugador apoyando a la derecha. Venimos de abajo, somos el pueblo. ¿Cómo vamos a ponernos de ese lado? ¿Cómo vas a apoyar a Bolsonaro, hermano?". Quien habla desde el lado de los perdedores es Juninho Pernambucano, uno de los exfutbolistas más activos contra Bolsonaro. El otro es Raí, ídolo en el Sao Paulo y en el PSG, y hermano de Sócrates, quien allá por 1982, cuando Rivaldo tenía 10 años, plantó cara a una dictadura con una pelota de fútbol como arma.

Sócrates lideró a un Corinthians que tenía como director de fútbol a un sociólogo, Adílson Monteiro, quien estableció en el club una novedosa manera de funcionar. Cada miembro tendría un voto y todo se decidiría en asamblea, desde el menú de la cafetería hasta los fichajes para la siguiente temporada.

Lo que pasó a la historia como Democracia Corinthiana se abrió paso en un Brasil gobernado por los militares en el que el pueblo no podía elegir a su presidente. "Cuando pisábamos el césped sabíamos que estábamos participando en algo más que en un partido de fútbol. Luchábamos por recobrar la libertad en nuestro país", declaró por entonces Sócrates.

Socrates sólo dejó de fumar un mes en su vida, el del Mundial 82

Capitán del mítico Brasil del Mundial de 1982 -el único mes en el que dejó de fumar-, Sócrates fue una figura de esas que cada mucho pasan por el fútbol. Un hombre inteligente dentro y fuera del campo que se licenció en medicina cuando era jugador profesional. Su madre cuenta que iba y volvía de clase sin apuntes y sus compañeros aseguran que no era amigo del trabajo en el césped durante la semana, que lo único que le gustaba era jugar el domingo.

Un día, ya retirado, su hijo le preguntó que cómo había sido capaz de compaginar la carrera y el fútbol, que cómo había hecho para estudiar y entrenar al mismo tiempo. "Pues muy fácil", contestó Sócrates, "ni estudiaba ni entrenaba".

El Corinthians ganó los campeonatos paulistas de 1982 y 1983 y al año siguiente Sócrates fichó por la Fiorentina. Prometió que rompería su contrato con el equipo italiano si Brasil recuperaba el voto directo para elegir al presidente, pero esto no sucedió y se marchó a Italia, donde vivió una temporada de pesadilla lejos de su tierra. Regresó a Brasil en 1985, año en el que también volvió la democracia con la elección indirecta de José Sarney; aunque las primeras elecciones reales en las que el pueblo votó a su presidente fueron en 1989, año en el que Sócrates se retiró del fútbol, como quien se marcha a casa con la satisfacción del deber cumplido.

La democracia por la que tanto luchó aquel Corinthians es la que ha puesto en el poder a Bolsonaro para alegría de Rivaldo y compañía. No se conoce la opinión de Sócrates, que falleció tras perder su batalla contra el alcoholismo un domingo de 2011 en el que el equipo de su vida se proclamaba campeón, como él soñaba.

Pero todo invita a pensar que Bolsonaro tendría a Sócrates en la trinchera de enfrente. Una de sus primeras medidas como presidente fue llenar el gobierno de militares, las figuras contra las que luchó en su día el mito del Corinthians, pero ésta ya no es su batalla. Es la de un país en el que el fútbol a veces se cruza con el poder para, o bien echarle un pulso, como hizo Sócrates, o bien aplaudir a su paso, como hacen ahora unos jugadores a los que tal vez les falle la memoria.

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