Opinión

Y sin votos...

PARA UNOS UNOS, la mayoría, el guarismo no deja de ser un apunte estadístico como otros muchos, obviando que en él se oculta un drama, de desolación y exterminio en la España vaciada. Lo reseñó en este periódico Martín G. Piñeiro: en 853 aldeas de Lugo no queda un solo vecino, casi la mitad de las 1.863 de Galicia sin habitantes y un cuarto de las de todo el país.

Si se analizan los motivos, lo único evidente es que no se trata de una única causa que lo fundamente sino de un rosario de fatalidades o contextos, que de todo hay, empezando porque en la ciudad, con potenciales trabajos alejados de la rutina y el esfuerzo bruto del campo, se ofertaban opciones de un futuro más esperanzador, aunque no fuese cierto en todos los casos, y los que se quedaron, ya mayores, fallecieron. Pero además de los núcleos desiertos, quedan otros cientos con uno, dos o tres lugareños, que poco a poco incrementarán la orfandad y el desconsuelo.

La irremediable amenaza no se detiene. Dicho esto, las políticas y actitudes para frenar el éxodo fueron en su mayoría equívocas, torpes e insuficientes para contener la sangría, avaladas por el desinterés generalizado de los gobernantes por enmendarlo, entre otras razones porque no había votos que conquistar, y si no hay votos…, los políticos miran para otro lado, para el que fluyen. Les puede el egoísmo. Son muy prácticos.

Comentarios