Opinión

Xulio Ferreiro

SORPRESA, lo que se dice sorpresa, tampoco es. Cantado estaba que los anticasta, tras el paripé de arranque quemando bulas, lo arrinconarían para amoldarse a colegas de la vieja escuela. Por ejemplo, el alcalde de A Coruña, que entró renunciado a coche oficial con chófer para no hipotecar el presupuesto, simulando éxtasis de honestidad y austeridad, acaba de rescatar el Audi con piloto adicionado, tras concluir, lo más seguro, que más que fingir mejor es anteponer la holgura a la frágil ‘ideología’. O eso dicen los del PP, que de coches oficiales saben. Si Xulio Ferreiro es tan devoto del juego como parece, se entiende que intente ganar en rapidez y desahogo en el curro y hacer hueco al ocio, no malgastando espacio en caminatas e hipocresías. La maquinita que exhibió en el Congreso durante la disertación de Pablo Iglesias, su anfitrión, lo demanda. Justo es reconocer que la ‘anécdota’ se explica, como que hubo diputados podemitas que cabecearon durante la perorata de su jefe, pero la duda es saber si el alcalde A Coruña se entregará al refocile en detrimento de gestionar María Pita o fue solo un pronto ludópata. Rascar y jugar, todo es empezar.

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