Opinión

Vuelta al campo

Es probable que el viejo refrán no ande del todo descaminado cuando sostiene que ‘no hay mal que por bien no venga’, mensaje optimista frente a situaciones que, en principio, no son buenas pero que pueden generar resultados positivos. Poco bueno ha de esperarse del coronavirus, pero si por sus efectos se registra alguna reacción benigna, sería el retorno poblacional al depauperado y vaciado medio rural. Las aldeas deshabitadas o con un mortecino registro censal, podrían recobrar vida, aunque no sea toda la que perdieron cuando el abandono, en muchos casos poco menos que masivo, hacia las grandes urbes. En París, por ejemplo, cifran en un apreciable porcentaje la deserción de la metrópoli hacia lugares menos poblados, donde las dificultades de convivencia y control de la pandemia sería más llevadera y fácil. Otra de las razones por las cuales fluye el cambio de la ciudad al campo es por la relación espacio/costo. Por el precio de un piso en la capital, es posible conseguir viviendas mucho más espaciosas, incluso para restaurar, con patios y terrazas, en que una futura situación de confinamiento sea más llevadera. Y están también, en menor proporción, las novedosas opciones del teletrabajo. Comer y rascar, todo es empezar.
 

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