Opinión

Vergüenzas

NADIE LO pone en duda. Las redes sociales revolucionaron el mundo de la comunicación y de la interrelación entre millones de personas de todo el mundo, pero también contribuyen a multiplicar disparates. Es una realidad más compartida que subjetiva. Son infinidad los que se aprecian en los más populares soportes de la red. Javier Marías se refiere a ello en uno de sus artículos y apunta que imbéciles y majaderos los hubo siempre, con la diferencia de que sus insensateces y necedades no trascendían más allá del bar en el que se vertían, y que ahora se expanden con tal facilidad y rapidez que las sandeces gozan de un recorrido sin fin. Pero en la dirección opuesta aletea lo positivo. Permite propagar lo bueno y denunciar lo malo (vergüenzas) con irradiación y celeridad ilimitadas. Por ejemplo, una fotografía del intolerable estado de abandono de la estación del tren de Lugo, similar a la que abría ayer este periódico, que subí a twitter, tuvo en un pispás más de cuatro mil visitas, lo cual evidencia una proyección que difícilmente alcanzaría a través de otro soporte mediático. Por lo menos, ya son más los que saben cómo se las gasta la desidia.

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