Opinión

Terrazas

TODO tiene su medida y su explicación en tanto en cuanto no se rebasen los límites de la razonable. Se quejaba una lectora de este periódico por los excesos en la ocupación de la vía pública con las terrazas habilitadas durante la pandemia, en muchos casos más allá de lo consentido. Cierto que su implantación, sin coste, fue un arbitraje justificado para salvar los negocios de hostelería, en un momento en que se limitaba o anulaba el servicio interior en bares y cafeterías, pero pasado el tiempo, con la propagación del virus medio controlada, cuesta entender que la permisividad absoluta persista y con ella los excesos de ocupación en calles y aceras, con la consiguiente perturbación para peatones y también, en algunos casos, para vehículos, obstaculizando su maniobrabilidad. Por eso la lectora requería de los regidores la instauración de las oportunas tasas con controles y multas a los infractores, porque los demás ciudadanos "pagamos vados, contenedores de obra, grúas, etc.", señalando que algunos de los beneficiados se despachan "con insultos y vejaciones" si se les llama la atención. Es verdad que el entramado hostelero es también un servicio público, pero ello no excluye a quienes por ello obtienen beneficios de satisfacer sus impuestos. No hacerlo agravia a quienes cotizan.

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