SI SOLO siete de los trescientos trece ayuntamientos gallegos presentaron un saldo vegetativo positivo en el pasado año (ninguno de Lugo), mal se puede frenar el abandono de nuestras aldeas y mucho menos pensar en repoblarlas. Sin que ello sea la solución deseable, menos mal que personas o entidades foráneas, incluso extranjeras, adquieren o se interesan por viviendas o pueblos completos para rehabilitar, sea como residencias permanentes, de temporada o para reconvertirlos en establecimientos hoteleros o con fines de ocio. No es mucho, pero sí más que nada. Lo más llamativo es que empresarios chinos otean el negocio, interesándose por casas abandonadas o aldeas enteras, pazos e incluso rectorales gallegas, con el propósito de explotarlas como alojamientos turísticos, viendo que la inversión es más asequible que por la zona mediterránea o del centro. Puede que sea menos de lo que se dice, pero los chinos exploran varios mercados a la vez, como puede ser por ejemplo el del jamón ibérico, cuya aceptación en oriente hace que la demanda se haya disparado, con independencia de la red de tiendas y mercadillos que abrieron en España en los últimos años.
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