Opinión

Surf playero

ES MUY loable que a quienes profesan pasión por el surf se les faciliten medios o modos de adentrarse a tal actividad náutica, siempre y cuando su ejercicio sea funcional y compatible en los escenarios donde se desarrolla, sin extorsionar a terceros. Pero hay matices que conviene no silenciar o descuidar. Un lector me traslada su preocupación por el permiso que una escuela de surf solicita a Costas para impartir clases en A Rapadoira durante cuatro temporadas, para lo cual requiere acotar la playa focense en un espacio de veinticinco metros de ancho por doscientos de largo, entre arena y agua, territorio que queda vedado a los usuarios del arenal mientras se desarrolle tal actividad, lo cual puede significar un inconveniente en días de julio o agosto cuando esté de bote en bote, lo que suele ser habitual, salvo que surja un contratiempo, como el que podría surgir por restricciones de la pandemia. Aun tratando de conciliar su uso deportivo con la presencia de bañistas y usuarios, haciéndolo coincidir en horarios de no aglomeración, es evidente que se trata de ejecutar un movimiento privado, con fines lucrativos, acaparando un espacio público muy concurrido, mediante concesión, acción no siempre fácil de explicar y justificar ante quienes tienen el derecho de uso.

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