NO HUBO, dicen, discrepancias en la pretendida identificación de los restos de Cervantes, pero tampoco la certeza de que lo sean; según el equipo de forenses, arqueólogos y geofísicos que los analizaron no es posible arrojar más luz por razones técnicas, con lo cual quedamos más o menos como estábamos. O peor. Siendo más un deseo que una convicción, siempre existirá la duda, la que tendrán igualmente quienes visiten la tumba que se le asigne al autor del Quijote. ¿Lo será o no lo será? Llegados a esta derivación, definitiva, quizá cabe preguntarse si mereció la pena una escenificación tan recargada, como si fuese una revelación sin precedentes. No es que desmerezca o ponga en duda la profesionalidad de los investigadores ni su buena intención, pero no parece serio, además de innecesario, como bien apuntó el profesor Francisco Rico, considerado el mayor experto del Quijote. En nada modifica la biografía, trayectoria o prestigio literario reconocido del Manco de Lepanto; añade, eso sí, debates insustanciales, e incluso frívolos, que bien podrían haberse ahorrado.
