Opinión

Sin rabos, nada

Suponer lo contrario es situarse fuera de la realidad. Un San Froilán solo con tenderetes, media docena de tómbolas, atracciones varias y otros ruidos callejeros no es San Froilán si faltan los rabos y sus peculiares casetas. Por eso el Concello, tras subirse a la parra, hubo de bajarse del burro, aun tardando demasiado en hacerlo, rebajando el canon de las casetas y calderos a la mitad de lo que pretendía, reculando al establecido para 2016, en vista de que los hosteleros refutaron las tasas pretendidas. Porque el pulpo, además de folclore y gastronomía, es negocio, que es a lo que van quienes arriesgan instalarse en el ferial. No menos importante que favorecer la demanda de los pulperos es ocuparse de lo que ha de pagar el comensal por la ración y agregados (cachelos, pan, vino...), y en este aspecto también se retrocede, en teoría, a lo que costaba el cefalópodo hace seis años (12 euros), pese a que los precios en origen se dispararon, dando lugar a reticencias por parte de quienes han de servirlo, pero tampoco puede ignorarse que la ración de pulpo en ferias, como la de Castro de Ribeiras de Lea, sigue despachándose a diez euros. Se trata, como se aprecia, de aquilatar intereses y posibilidades para que las ferias de octubre puedan ser lo que siempre fueron.

Comentarios