Opinión

Servicio público

Es muy difícil el equilibrio por el filo de un problema desbocado, con posiciones contrapuestas entre sanidad y hostelería, en el que las dos partes tienen su razón, por culpa de un grave trastorno que nos afecta a todos, agitado en medio de una situación fuera de control. Por eso se entiende muy bien la reacción a la desesperada de los dueños de bares y restaurantes, acuciados por el cerrojazo, ansiado atajo a la expansión de la pandemia, pero como garantes de sus respectivos negocios no entienden que sean ellos los que se lleven la peor parte, abocándolos al cierre. Es de justicia, pues, que exijan el rescate, ayudas públicas para medio salvar tan embravecida situación, conscientes de que el
Gobierno derrocha fondos estatales en saciar caprichos y desvaríos de su conveniencia, en tanto que titubea cuando se trata de socorrer un servicio público como es la hostelería. Ante una decisión tan drástica como el cierre temporal de los establecimientos, es preciso compensarla para hacer viable su aplicación, por otra parte justificada, considerando que salvaguardar la salud es lo primero. No cabe, pues, ninguna relajación por muy molestos y dolorosos que parezcan los preceptos adoptados por las autoridades sanitarias. Nos jugamos la vida. 

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