Opinión

Sangría sin fin

El goteo es constante e inasumible; la sangría, sin fin. Desde el año 2088 se cerraron en España medio millón de pequeños negocios, cerca de cincuenta mil desde que surgió la pandemia y más de veinte mil durante el pasado año. Son cifras estimadas y probablemente cortas si hurgamos en la realidad. Afecta a las tiendas de barrio, especialmente de comestibles, como también a las tabernas y pequeños ultramarinos de pueblos y aldeas. Los pocos establecimientos minoritarios que aún quedan, funcionan bien, pero lo más probables es que sea por poco tiempo. Hasta que el cuerpo aguante, pero todo lo tienen en contra. Por un lado, son negocios familiares y sus regentes optan por jubilarse, con el futuro depositado en una pequeña y segura pensión, y por otro, la supervivencia es insostenible: les machacan a impuestos, energía, alquileres…, todo un entramado de zancadillas y desplantes. No pueden competir en precios con las medianas o grandes superficies, sumado todo ello a la despoblación de muchos núcleos, esfumándose la clientela. Y sigue sin valorarse en su justa medida el servicio de proximidad, el trato de cercanía y de comunicación entra los pocos vecinos que todavía quedan en no pocos de esos lugares. Un cúmulo de desdichas y despropósitos  irreversibles.

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