Opinión

Ruta en apuros

Con independencia del enfoque espiritual que cada cual se arrogue o le atribuya, el Camino (los caminos) de Santiago es (o fue) un gran negocio, asentado en una proyección turística internacional de amplio calado sociocultural y mercantil, superior a otros bullicios socioparecidos. Lo saben muy bien las partes afectadas en los enclaves de los diferentes itinerarios, como por ejemplo en su variante francesa, desde O Cebreiro a O Pino, pasando por Triacastela, Samos, Sarria, Paradela, Portomarín, Palas, Melide y Arzúa, con una notoria incidencia dinamizadora, o como lo es ahora, en sentido inverso, por mor coronavírico. Si muy notoria fue la pérdida de peregrinos el pasado año, de un 81% en el conjunto de las rutas, como se ha dado a conocer, porcentaje que podría ser incluso superior en el presente si las contingencias no mejoran, más comprometido es si tratamos de aventurar o explorar sobre el porvenir de la ruta xacobea, cuando se reconquiste la ansiada normalidad, sin pestes. Porque alcanzar el ritmo gradual del pasado supondrá un gran desafío, empezando por el soporte estructural en el que se asientan los albergues. La Ruta quedará muy tocada por la inactividad y la duda, amén de la desconfianza y ánimo abatido de los potenciales peregrinos.

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