Opinión

Quique Rozas

LOS MUCHOS testimonios de afecto y estima recibidos, y que sigue recibiendo, Quique Rozas, personalmente o a través de las redes sociales, desde que anunció su retirada de la política local, no repitiendo con su partido ni con otras siglas en los próximos comicios, son sin duda el más serio reconocimiento a su prolongada trayectoria en el Ayuntamiento de Lugo, quizá insuficientes por los meritos contraídos, primero como gerente del patronato de deportes y después como concejal desde la época de Vicente Quiroga en la alcaldía. Quique, además de buena persona, es por su talante un caso atípico. Honesto, discreto, atento y entregado a las funciones asumidas en sus diferentes etapas dentro de la corporación, cualidades difíciles de reunir entre quienes se dedican a la política para servirse y no para servir. En su labor callada, sin aspavientos, y pese a las zancadillas que hubo de esquivar, no pocas desde su propio grupo, ejerció con abnegación, generosidad y rectitud, limitado muchas veces por coyunturas poco propicias, que otros con menos aguante no habrían digerido. Se va, pero complace saber que seguirá activo en otras funciones dentro del organigrama de su formación.

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