Opinión

Pulpo de granja

De lo que más se sabe del pulpo se ciñe a su exquisitez culinaria, bien sea servido a feira, como en el San Froilán o en nuestras tabernas, o cualquier otra variedad gastronómica, pero muy poco se conoce de su peculiar y elevada inteligencia, medio comparable, dicen, a la humana, como seres muy sensibles, sobre lo que hay pruebas científicas recogidas en un informe de la London School of Economics, en cuanto a que pueden experimentar placer, emoción y alegría, pero también dolor, angustia y daño. Por eso la noticia de que en España será abierta, en las islas Canarias, la primera granja de pulpos del mundo, con una producción previsible de 3.000 toneladas anuales, despierta indignación entre el colectivo científico por entender que nunca debería criarse para su comercialización como alimento.

Eso por un lado, pero por otro también ha de considerarse si la llegada del cefalópodo de fábrica, sustituyendo al salvaje, va a suponer o no una caída considerable en cuanto a su sabor y a su calidad, devaluada en algunas otras especies de criadero. Quizá repercuta en el coste, ahora muy elevado, pero habrá que ver si el ser más barato compensa cuando nos sentemos a degustarlo, habituados como estamos al disfrute de un plato tan exquisito, y sobre todo natural.

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