Opinión

Prevenir antes que lamentar

ALGUNOS políticos se licuarían de gozo si los incendios forestales ignorasen las demarcaciones donde gobiernan para culpar del desastre a los adversarios castigados por el fuego. Pero las llamas no suelen doblegarse a intereses partidistas y su expansión está casi siempre fuera de tales grescas. Como se está viendo, la propagación de las llamas destruye pueblos, arrasa arbolado y, sobre todo, arruina la vida a miles personas que pierden sus casas y sus propiedades, sin que los medios de extinción sean capaces de controlar la catástrofe, porque la facultad destructiva del fuego es superior al intento desesperado de frenar devastaciones. Todo ello exige una reflexión profunda, no siempre considerada, en cuanto a la necesidad de potenciar todo lo que atañe a la prevención en sus diferentes frentes, que solemos ignorar. Aun siendo conscientes de que la mayoría de los fuegos son intencionados, despreciamos la prevención ineludible, como son los desbroces. Llegado el caso, la maleza actúa como una bomba impetuosa imposible de contener. Sigue habiendo indocilidad para extirpar el matorral en zonas arboladas, lo cual hace pensar que las sanciones previstas son insuficientes para los propietarios indómitos. Porque prevenir, siempre es mejor que tener que lamentar.

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