Opinión

Ordenanzas

COMO ERA de esperar, y a tenor de la habitual hoja de ruta que se autoimponen los políticos, que en vez de buscar soluciones activan problemas, el borrador de la ordenanza municipal de seguridad ciudadana presentado por el gobierno local amenaza con diluirse en la controversia. Está muy bien que se discutan y se cuestionen los pros y los contras, pero se percibe que de lo que en el fondo se trata es de poner palos en las ruedas al contenido. Castigar lo que está prohibido es, al parecer, un arma represiva. O sea, se trata de perpetuar y apoyar el libertinaje.

Dicho esto, más importante que impulsar, relanzar o recuperar mecanismos tendentes a garantizar la seguridad, más que idear nuevas formulas, u otros resortes, de lo que se trata es de aplicar lo que ya está ordenado. Y de nada sirven las amenazas y las advertencias, por muy reguladas que estén, si a la hora de la verdad se mira hacia otro lado, sea deliberadamente o por indiferencia. Ya se sabe, por ejemplo, que sacudir las alfombras por las ventanas está prohibido y hacerlo es motivo de sanción, y sin embargo es práctica habitual. Además, ¿quién va a vigilar el cumplimiento de las normas si no hay un policía por la calle?

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