Opinión

¿No hay otros?

COMO EL perro y el gato. Es la expresión más gráfica para subrayar lo mal que se llevan dos o más personas entre sí. Y como la del perro y el gato es la relación íntima o personal entre los líderes políticos españoles, con un nivel, además, de (des)avenencia, calidad humana o sedimento intelectual que no hace más que reflejar sus carencias y acreditar su incapacidad para el ejercicio de los cometidos encomendados. Si el grado de entendimiento de persona a persona es a cara de perro, al margen de sus distancias ideológicas, nunca se puede esperar que surja entre ellos la disposición necesaria para alcanzar alianzas que faciliten la formación de un Gobierno o la manera de reconducir el país. Desde que arrancó la democracia, nunca como ahora se detectó una ineptitud, torpeza e impericia tan acusada entre dirigentes. Lo único que les importa, además de otros intereses partidistas y personales, es el reparto de sillones en vez de afrontar los problemas y carencias que afectan a la ciudadanía. Vista su impericia para recuperar la mesura y poner fin a la provisionalidad, nacida de una moción de censura en beneficio personal, mejor sería que se fuesen a casa, dejando paso a personas capaces y sin prejuicios. ¿O es que acaso no las hay?

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