Opinión

Móvil fatídico

LOS hechos puntuales, episodios, trances o situaciones siniestras, fatídicas o trágicas que surgen de vez en cuando no suelen valorarse como indicativo de que todo es catastrófico u horrendo, pero suelen revelar síntomas poco tranquilizadores. El que un niño/adolescente, de 13 años, asestase siete puñaladas a su padre, en Mallorca, porque le quitó el móvil es, visto así sin explorar, un suceso infrecuente, excepcional, pero no lo es tanto si analizamos la obsesiva o patológica dependencia de muchos jóvenes (también de mayores) por el uso incontrolado del teléfono móvil hasta el punto de trazar la trayectoria vital de los enganchados o subordinados al, para ellos, infausto artilugio; a una nociva irreflexión que se antepone a cualquier otra realidad o necesidad. Se trata, en suma, de un comportamiento enfermizo, raramente atendido como sería necesario por psicólogos, ya que la rutina, su frecuencia desdibuja la necesidad de un tratamiento serio, y aun así no siempre es factible atajar el mal. Por ejemplo, este muchacho mallorquín justificó el apuñalamiento al progenitor diciendo que oyó voces que le decían que tenía que matar a su padre. Puede que sea estrategia exculpatoria, o a lo peor es verdad, lo cual acreditaría un trastorno muy revelador de la situación.

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